Cada día se extiende más la preocupación por las posibles repercuciones que el uso de hormonas en la producción de lácteos podría tener en la salud de los consumidores. Internet está lleno de artículos —con poco o nulo rigor científico— que asocian las hormonas a enfermedades como el cáncer, ¿son realmente un veneno las hormonas en la leche?
Las hormonas se encuentran presentes naturalmente en todos los alimentos de origen animal que consumimos, en el caso de la leche de vaca, la función de las hormonas es ayudar al crecimiento de los terneros y resultan inocuas cuando las consumen los seres humanos.
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Sin embargo, en los últimos años se ha extendido la práctica de utilizar hormonas artificiales para que la industria láctea (aunque también la ganadera y avícola) logre maximizar su producción. El uso de estas hormonas artificiales está permitido por las autoridades mexicanas y estadounidenses puesto que la composición de la leche de vaca tratada con esta hormona es prácticamente idéntica a la que no la contiene.
En 15 años de investigación, la Food and Drug Administration de EE. UU. no ha encontrado pruebas de que la leche de vacas tratadas con hormonas cause algún efecto secundario o adverso en el organismo humano.
Además, la cantidad de hormonas activas que se puede consumir a través de la leche es mucho menor que la cantidad de estas mismas hormonas que produce el cuerpo humano naturalmente, por lo que no representan un verdadero peligro para la salud, lo cual se puede comprobar en una gran cantidad de estudios que aseguran que la leche tratada con hormonas sintéticas es segura para el consumo humano.
Muchas personas, sin haberse informado correctamente, han decidido eliminar los lácteos de su dieta o sustituirlos por bebidas como la leche de soya o de avena sin considerar que los nutriólogos expertos, quienes han elaborado las Guías de Alimentación recomiendan consumir dos porciones de lácteos (en el caso de la leche equivale a dos vasos) diariamente durante todas las etapas de nuestra vida.