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Rompe el silencio: cómo es ser hijo de una madre alcohólica

Julio 24, 2019

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  • 14 rasgos que definenen a los adultos que crecieron con padres alcohólicos

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  • Recomendaciones de un adulto hijo de una madre alcohólica

"Soy hijo de una alcohólica". David Baumrind es paramédico en Nueva York y papá soltero. Rompió el silencio para contar su experiencia y poder ayudar otros en la misma situación. Su madre fue alcohólica, desde la infancia de Baumrind hasta sus primeros años de adolescencia. "Lo que no sabía era cómo los efectos del alcoholismo podían afectar no sólo al bebedor, también a la familia".

 

Su infancia fue desafiante y disfuncional. Algunos días se definieron por la furia provocada por el alcohol y otros días las cosas en casa estaban tranquilas. "La única constante fue el silencio, ya que el alcoholismo y la disfunción en nuestra familia nunca fueron discutidos", comparte David. Debía encontrar sentido y tratar de entender lo que pasaba por sí mismo.

 

Pero nunca lo hizo, porque un niño no puede entender lo que pasa ni tampoco que tiene necesidades de afecto, las cuales en David no estaban cubiertas. Aprendió a lidiar con ello al esconderse en el silencio y sentirse lleno de vergüenza: "Me sentí sin amor e invisible". Esta situación provocó que David se apartara del mundo, porque era la única manera en que podía lidiar con sus sentimientos y el abandono.

Viví de esta manera hasta que me mudé de casa a los 18. Pensé que lo había dejado todo atrás, lleno de esperanza porque había escapado relativamente ileso. Estaba equivocado. Llevé estos mecanismos de afrontamiento a mis relaciones adultas. 

 

 

David pensaba que perseguía la felicidad, pero lo que hacía era huir de los problemas que lo acosaban desde la infancia: inseguridad y baja autoestima, miedo al abandono y el vacío del aislamiento: "Combiné la codependencia con la negación para adormecer mi dolor y ansiedad". Si esto te suena familiar, no estás solo.

Luchamos como adultos porque nunca aprendimos a establecer límites ni a cuidarnos a nosotros mismos como niños. Nunca aprendimos a unirnos de manera saludable. Nos culpamos a nosotros mismos y nos cerramos. Nos enfocamos en complacer a la gente como una forma de controlar nuestro entorno. Aprendimos todo tipo de mecanismos de defensa poco saludables como niños y los perpetuamos como adultos.

 

Los adultos que no solucionan sus problemas de la infancia sólo repiten los mismos patrones en cuanto a decisiones y relaciones. David asegura que sólo después de destruir su vida varias veces, finalmente pudo verla objetivamente y admitir que sus problemas crecieron. "Y con eso me di cuenta de que era mi responsabilidad hacer algo por mí mismo".

 

El primer momento importante llegó cuando su terapeuta le entregó una lista: 14 rasgos de un adulto, hijo de un alcohólico. Ésta incluía los siguientes puntos:

1. Nos aislamos y tememos a personas y figuras de autoridad.

2. Nos convertimos en buscadores de aprobación y perdemos nuestra identidad en el proceso.

3. Nos asustan las personas enojadas y cualquier crítica personal.

4. Nos convertimos en alcohólicos, nos casamos con ellos o ambos, o encontramos otra personalidad compulsiva como la adicción al trabajo para satisfacer nuestras necesidades de abandono.

5. Vivimos la vida desde el punto de vista de las víctimas y nos atrae esa debilidad en nuestras relaciones de amor y amistad.

6. Tenemos un sentido de responsabilidad demasiado desarrollado y es más fácil para nosotros preocuparnos por los demás que por nosotros mismos; esto nos permite no mirar demasiado de cerca nuestras propias faltas.

7. Tenemos sentimientos de culpa cuando nos defendemos en lugar de rendirnos a los demás.

8. Nos hicimos adictos a la emoción.

9. Confundimos el amor y la compasión y tendemos a "amar" a las personas por las que sentimos "compasión".

10. Hemos "rellenado" nuestros sentimientos de una infancia traumática y hemos perdido la capacidad de sentir o expresar nuestros sentimientos porque duele mucho (negación).

11. Nos juzgamos con dureza y tenemos un bajo sentido de autoestima.

12. Somos personas dependientes aterrorizadas por el abandono y haremos cualquier cosa por mantener una relación, para no experimentar sentimientos de abandono, como resultado de vivir con personas que nunca estuvieron emocionalmente presentes para nosotros.

13. El alcoholismo es una enfermedad familiar; tomamos las características de esa enfermedad a pesar de que no bebemos.

14. Somos reactores, más que actores.

 

Para los adultos que tuvieron una vida infantil con alcoholicos es difícil entender por qué sufren y por qué una vida feliz parece estar lejos de su alcance. Pero se puede cambiar ese pensamiento, al igual que el comportamiento.

 

El viaje de sanación es difícil, "pero si fuimos lo suficientemente valientes como para sobrellevar todo el dolor y todas las lágrimas, tenemos la oportunidad de disfrutar una vida llena de relaciones sanas que pensábamos que estaban reservadas para los demás". El siguiente paso es creer que todas las personas son dignas de esta felicidad.

 

Con información de Elephant Journal


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