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El poder de la gratitud y un sencillo ejercicio para recordarlo

Septiembre 22, 2016

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3 minutos de lectura

Cuando estoy agradecido –por lo que sea, no tiene que ser nada grandioso o elaborado– no puedo estar enojado, tampoco puedo estar a disgusto al 100%; al contrario, experimento un estado del ser lleno de energía, abierto, creativo y amoroso.

 

¿Te ha pasado? Si no lo has notado, pon más atención cuando des gracias por algo o alguien que está (o no está) en tu vida y haz la prueba. Trata de enojarte. Mi apuesta es que te va a costar bastante determinación y trabajo lograrlo a menos que seas alguien que tiene una autopista neuronal enorme y súper pavimentada hacia el enojo y la ira.

 

Regresando a la gratitud, Tony Robbins la considera “un hermoso estado del Ser”, y coincido por completo con él. Cuando estoy en un estado de gratitud ideas como “me falta equis o ye para ser feliz” tienen menos espacio y energía para florecer en mí, dejando energía y espacio en mi cerebro, corazón y cuerpo para crear pensamientos y sentimientos mucho más orientados a mi bienestar integral.

 

Instituciones como el Hearth Math Institute y algunos universidades como Yale, en EEUU, han hecho estudios de los efectos positivos fisiológicos y neuronales de experimentar gratitud o meditar sobre la gratitud.

 

Ahora, hay un detalle importante: experimentar gratitud no significa dejar a un lado mis metas y objetivos para conformarme y cruzarme de brazos. Significa de manera literal dar gracias y disfrutar lo que tengo, en todo aspecto de mi vida con una dosis de insatisfacción positiva, que me empuje a crecer y desarrollarme; porque si crezco y me desarrollo en todos los ámbitos de mi vida, tengo más que agradecer y más que compartir, puedo vivir mejor y agregar más valor a la vida de otros seres. 

 

Un ejercicio muy sencillo que uso diario para desarrollar el músculo de gratitud es tomarme 3 minutos, en cuanto me despierto, para dar gracias por lo que sea que pueda traer a mi mente en ese momento, desde cosas sencillas como una taza de café, respirar, ver el sol un día más, sentir el viento en la cara, mi cama, mi casa, lo que sea que aparezca en mi mente en ese momento. En muchas ocasiones dedico más tiempo a este asunto de la gratitud, abarcando cosas que amo de mí, eventos y elementos que agradezco en mi carrera profesional, hogar, vida personal y camino espiritual.

 

Si puedes dedicarle más tiempo a este asunto de dar gracias –unos 10 minutos al día– literalmente alteras la bioquímica de tu cuerpo y el funcionamiento de tu cerebro, te percibes a ti y a la vida de manera diferente, más en calma, más en armonía, con más energía y menos doom and gloom. Y si mantienes la gratitud como un ingrediente esencial de tu vida, día a día, estás caminando derechito a una vida feliz y en paz. 

 

Te sugiero que no me creas nada y pongas todo a prueba. Seguro tienes varias cosas que agradecer, sobre todo, si tienes la oportunidad y recursos de estar leyendo este post.

 

Nos leemos pronto.


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