Noviembre 30, 2019
Cada 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Sida y es una oportunidad para trabajar en la concientización sobre los factores de riesgo, eliminar la estigmatización y promover la reducción del contagio de una enfermedad que aún es un problema de salud pública en todo el mundo.
De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se estima que en Latinoamérica 100 mil personas contrajeron el VIH en 2018 y uno de cada cinco eran jóvenes de entre 15 y 24 años de edad. Además, entre 2000 y 2018 las infecciones por VIH disminuyeron 37% y 45% las muertes relacionadas con el virus; asimismo, se salvaron más de 13 millones de personas gracias al tratamiento con antirretrovirales (TAR), datos que representan un gran avance para la ciencia.
Aunque en sus inicios fue una patología desconocida y una causa inevitable de muerte, hoy el VIH es una enfermedad crónica pero tratable. Mientras las investigaciones para lograr la cura avanzan, la detección temprana y las terapias antirretrovirales permiten mejorar la calidad de vida de las personas que viven con el virus.
El foco de este padecimiento se centra en las enfermedades oportunistas, un conjunto de patologías que aprovechan la condición de bajas defensas de los pacientes VIH positivos para introducirse en el organismo. En muchos casos, se trata de males que no aparecerían si el sistema inmunológico fuera normal.
Algunas de las enfermedades oportunistas más frecuentes son:
Para prevenir el contagio, los especialistas de la Clínica Mayo señalan que lo más adecuado es evitar ciertas conductas de riesgo. Ellos recomiendan no intercambiar jeringas o agujas con otras personas y asimismo, utilizar siempre intrumentos estériles o desechables para perforar la piel en caso de tatuajes, análisis de sangre e inyecciones.
Siempre es importante recordar que el uso de preservativos de latex en ambos sexos es de suma importancia. Sobre las prácticas sexuales, los especialistas recomiendan siempre el uso de preservativo, aun en el sexo oral.
Las mujeres embarazadas portadoras del virus deben recibir tratamiento para disminuir el riesgo de transmisión al feto durante el embarazo y el parto, y no amamantar al niño. Es aconsejable, además, el parto por cesárea, ya que reduce el riesgo de transmitirle el virus al bebé.