Con la penetración de disciplinas orientales, el individuo moderno que crece en Occidente seguramente ha tenido contacto con alguna disciplina o terapia que le enseña a "soltar", a dejar ir sus apegos, su resentimientos, su tensión. Y, aunque esto indudablemente es provechoso, mejor aún que soltar es no agarrar, no adherirse a nada, no agazaparse a objetos, seres o fenómenos para solidificar y darnos seguridad ante un mundo cambiante. Esta idea de no-aferrarse es central en el budismo.
En el budismo se habla de "upadana", esto es algo que se traduce a veces como "apegarse", "adherirse" o "aferrarse", en realidad quizás habría que conglomerar los tres términos y hacer un nuevo, ya que este término tiene muchos matices. Usaré el término "aferrarse" sólo porque me parece más descriptivo en el sentido de la acción de asir o tomar y porfiar en ese acto, lo cual creo que produce la imagen que estamos buscando, una imagen de tensión y obstinación --como un puño que se cierra--, que ocurre tan frecuentemente en nuestras vida, de manera consciente (e inconscientemente la mayoría de las veces).
Según enseñó Buda, upadana junto con tankha (deseo) es uno de los vínculos principales que nos ligan a una rueda de sufrimiento (dukha). Una forma sencilla de visualizar como el sufrimiento emerge de aferranos a las cosas puede entenderse así: primero nace un deseo, este deseo (tanha) nos mueve a conseguirlo, nos hace aferrarnos al objeto que deseamos. Esto a su vez produce un estado o un modo de ser (bhava), lo cual podemos entender mejor como un hábito. Al aferrarnos a algo --ya sea un concepto, una persona,--generamos un patrón de conducta, que limita nuestra propia conciencia, nos condiciona a una relación con ese objeto que deseamos, el cual es impermanente y tiende a producir sufrimiento siempre que lo sigamos deseando (ya que nunca lo podremos verdaderamente poseer).
Quizás el lector se preguntará ,¿y qué hay de malo en generar un hábito? El problema según el budismo tiene que ver con que nos hace percibir el mundo de manera errónea. Entre más hábitos tengamos, más capas de personalidad tendremos y más estaremos ligados a una idea concreta de nuestro ego: los hábitos dan definición a nuestra personalidad, a través de ellos podemos decir qué somos y qué no somos. El budismo, por supuesto, sostiene que esto es un error puesto que fomenta la dualidad y la creencia en un ego fijo, en una personalidad duradera en oposición al mundo. Es sólo este ego, quien es capaz de sufrir pues para sufrir es necesario un sujeto que sufra y un conflicto, el cual sólo puede surgir en una relación de oposición entre dos cosas. Aferrarse es también una percepción errónea para el budismo, ya que éste mantiene que la realidad es vacío, es decir, el despliegue puro e insustancial de fenómenos interdependientes que no tienen ninguna realidad inherente, por lo cual el proceso de aferrarse, al aparentemente darle durabilidad y fijeza a un fenómeno, contribuye al error y al sufrimiento.
Para el brahamanismo, upadana significa la "causa material", esto es interesante ya que algunos filósofos (como Sankara) consideran que la materia es esencialmente ilusoria, identificada con Maia, el principio de ilusión y dualidad. Es a través de la materia que Brahma, el ser supremo que es pura conciencia, se despliega en el mundo creando la multiplicidad, pero esta manifestación es al final de cuentas ilusoria. Esto suguere que la materia en sí misma, al cristalizar la conciencia o el espíritu es una adherencia negativa del ser, aunque quizás necesaria evolutivamente, en la misma gloria del universo que tiene su proceso de manifestación (manvantara, el día de Brahma) y de absorción o reintegración en la unidad (pralaya, la noche de Brahma). Podemos considerar la realidad material como un gigantesco hábito de apego o adherencia a una manifestación que en realidad no es más que pura luz. Algunos pensadores orientales nos dirían que el mundo es sólido (asible, aprehensible) solamente por un hábito mental.
En la cultura occidental existe un enorme temor al vacío. Ya lo enunciaba Blaise Pascal, en el siglo 17 con su famosa frase, "me aterra el silencio eterno de esos espacios infinitos". Este miedo para el budismo sería un acto de sabotaje del deseo de liberación, una especie de miedo a la verdad y a la realidad. Hay que mencionar que el budismo no considera que el vacío sea equivalente a la nada sino que el vacío es simplemente lo real, lo único imperecedero, a lo cual podemos llamar Buda o Dharma, la fuente de todo lo que es. El miedo más grande que solemos sentir es el miedo a dejar de ser lo que creemos que somos, las bases de nuestra identidad en el mundo, una identidad a través de la cual creemos que conseguimos éxito y afecto, yace aquí también la más grande posibilidad de liberarnos de falsas construcciones y acercarnos a la realidad sin nombre y sin conceptos.
Por último citamos aquí un verso del Sutra Dimante que señala "deja que la mente emerja sin fijarla en ninguna parte". Esta es la gloria del vacío, un despliegue infinito de luces y fenómenos, como un bello sueño en el océano de la Mente.
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