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Los hombres también lloran y qué bueno que lo hagan

Febrero 22, 2016

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Hace unas semanas la blogger Nora Samaran publicó una entrada en su websiteDating Tips For The Feminist Man, sobre como la cultura de la violación está sustentada en la cultura de la represión de las emociones. "La violación se trata, antes que de sexo, de sometimiento y de violencia", dice Samaran. La cultura de la violación es el resultado de la imposición de una idea de masculinidad basada en la fortaleza, la racionalidad y la no emotividad. Los hombres han sido educados para contener sus sentimientos, lo que a la larga genera frustración y agresividad. Entonces, lo opuesto a la cultura de la violación sería la cultura de la ternura y el cuidado.

 

Enseñar a un hombre que puede ser emocional, que está bien hablar de lo que siente y expresar sus necesidades, cosas que para las mujeres parecen triviales para los hombres significan enormes retos. Cuando has escuchado durante toda tu vida que llorar es de niñas y que una niña es lo peor que puedes ser, no es tan sencillo llorar, aunque quieras, aunque sepas que te hará bien, pero es posible. Ahí está el cambio: Cada vez son más los hombres que no están dispuestos a que se les siga imponiendo una idea de masculinidad que los lastima —y que lastima a quienes los rodean—, que han decidido aprender a ser compasivos, primero con ellos mismos y después con los demas, y, lo más importante, que no piensan educar varones emocionalmente reprimidos, violentos y necesitados de afirmación. 

 

Que los hombres hayan decidido recuperar sus habilidades de cariño y cuidado, atrofiadas por la cultura, está generando cambios visibles en la sociedad. Los padres están mucho más comprometidos en la crianza y en las actividades familiares, los hijos han dejado de ser "cosas de mujeres"; además, para estos hombres, las mujere que expresan sus sentimientos han dejado de ser "histéricas" o "dramáticas" pues ahora son capaces de empatizar con ellas y comprenderlas, lo que resulta en relaciones mucho más sanas y felices.

 

La cultura del cuidado implica que la masculinidad se construya desde la capacidad de proteger y apoyar, no desde la agresión y la competencia. Los resultados ya son visibles en muchas personas y familias pero aún queda mucho trabajo por hacer.


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