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La crisis de los 40: por qué ocurre y cómo afrontarla

Septiembre 06, 2022

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  • En qué consiste la crisis de la mediana edad y cómo sobrellevarla

Pensar que la existencia humana es sencilla o cómoda es engañarse o ser muy ingenuo. Mejor sería aceptar pronto que la vida es una sucesión de problemas y dificultades que una vez que se solucionan, se superan o se dejan pasar (cuando es posible), surgen otros nuevos que vuelven a revolver el estado en que nos encontrábamos hasta ese momento. Aceptar esa cualidad de la vida es de alguna manera vivir bajo un principio de realidad.

 

Partiendo de ese punto, es de alguna manera comprensible, al menos de inicio, que llegar a los 40 años de edad pueda ser motivo de una crisis mayor para algunas personas. En particular y sólo en relación con la duración de la vida, los cuarenta (o “4º piso” como se le llama en algunos países hispanoparlantes) representa la confirmación de haber llegado al segmento final de la vida. 

 

Todavía hasta los 30 se percibe cierto resabio de juventud y vitalidad, pero con los 40 la historia es otra. Incluso sin sonar fatalistas ni excesivamente dramáticos, muchas personas toman conciencia de su propia mortalidad, su finitud e incluso situaciones tan elementales como la salud de su cuerpo o su bienestar sólo hasta pasados los 40 años, no por casualidad, cuando comienzan a manifestarse enfermedades o dolencias que antes no se presentaban, además, claro, de los efectos sobre la libido sexual y la sexualidad en general: la disminución del apetito o la capacidad sexual tanto en hombres como en mujeres y la amenaza biológica del límite de la maternidad para las mujeres, fenómenos generales que tienen expresiones subjetivas y sociales que cada persona vive a su manera.

 

Derivado de ese fenómeno, el psicoanalista Elliott Jacques formuló el concepto de “crisis de la mediana edad”, pues para muchas personas darse cuenta de que morirán algún día (y acaso sentir esa muerte demasiado cerca) se convierte, efectivamente, en una crisis, esto es, en un acontecimiento experimentado subjetivamente sin los recursos necesarios para entenderlo, incorporarlo a su vida y poder seguir de la mejor manera. Por el contrario, es común que con el cumplir de los años las personas se llenen de angustia, pánico e incertidumbre.

 

De ahí las repuesta subjetivas erráticas. La crisis de los 40 se suele caricaturizar con comportamientos extravagantes que sin embargo tienen su fundamento real, la mayoría de los cuales tiene como denominador común el riesgo. 

 

Como si se tratara de una respuesta instintiva pero al mismo tiempo con cierta lógica, muchas personas responden frente a la incertidumbre arriesgando su vida y mucho de lo que habían construido hasta ese momento. De alguna manera es como si ante lo incontrolable de la existencia, se opusiera un acto desesperado para demostrar o afirmar que sí se tiene control sobre la existencia. Inútilmente, por supuesto, pues si algo caracteriza a la vida es su impermanencia, en todos los ámbitos.

 

Entre estos comportamientos de riesgo, algunos de los más comunes son:

- Disolver una relación de pareja que se sostenía hasta entonces.

- Buscar relaciones sexoafectivas con personas mucho más jóvenes (menores de 30 años, usualmente).

- Terminar de pronto una relación de trabajo estable, sea por decisión propia (aunque impulsiva) o a causa de conductas problemáticas que hasta entonces no se habían presentado.

- Abandonar también repentinamente otro tipo de compromisos y obligaciones personales y sociales.

- Tomar decisiones financieras precipitadas, tales como la compra de un bien muy lujoso, la apertura irreflexiva de un negocio, la inversión monetaria en un ámbito desconocido, etcétera.

- Pretender transmitir una imagen de persona joven, a veces incluso por medios artificiales (con cirugías estéticas, por ejemplo).

 

Cabe mencionar en este punto que el factor de riesgo en esos u otros comportamientos asociados con la llegada a los 40 años no tiene necesariamente o en todos los casos una implicación negativa. En algunas personas esas conductas se pueden presentar como un “riesgo calculado”, por así decirlo. Sin embargo, su asociación con una crisis se presenta cuando el comportamiento en cuestión genera efectos dañinos para la persona y su entorno.

 

Si la persona, en su afán de demostrar juventud, comienza a realizar más ejercicio físico que el que hacía hasta entonces, pero lo hace con cuidado, acaso incluso consultando antes a un médico y en el límite de sus posibilidades, su conducta puede nos ser nociva, sino al contrario, puede ser que hasta sea benéfica. 

 

Pero si, en una situación opuesta, una persona incurre en una “infidelidad” con su pareja, si adquiere, digamos, un automóvil deportivo, y con ello lastima a la otra persona o pone en riesgo el patrimonio familiar, entonces sí es posible hablar de una conducta claramente destructiva, para sí misma y para otros.

 

En ese sentido, la crisis de la mediana edad o la llegada a los 40 años es un hecho que no debiera tomarse a la ligera y, sobre todo, que podría enfrentarse y transitarse de formas mucho menos dañinas.

 

La terapia psicológica es un recurso siempre a la mano para encontrar un espacio seguro y de confianza para tratar una situación como esta. El apoyo de orientación psicoanalítica es particularmente propicio para que el sujeto escuche sus propias preguntas y a partir de éstas realizar los movimientos necesarios para “resolverlas" de alguna manera.

 

Pero más allá del camino que cada cual elija, lo más importante sería estar consciente de los efectos que la llegada a los 40 años puede tener sobre uno mismo y sobre los demás, así como de las consecuencias de ello.

 

Contenido cortesía de Pijama Surf

 

Foto de Engin Akyurt en Unsplash


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