En un mundo cada vez más políticamente correcto, se ha vuelto común que distintas marcas que manufacturan productos dirigidos a las mujeres, como cosméticos o ropa, comiencen a desafiar los estereotipos de belleza que durante años han ayudado a perpetuar, el resultado: modelos de talla grande han irrumpido en las pasarelas de todo el mundo.
En teoría, esta nueva apertura de los medios hacia la diversidad, en lugar de seguir intentando imponer un ideal inalcanzable para la mayoría, es positiva para el autoestima de las mujeres. Por primera vez la imagen que vemos en una revista apela a la identificación en lugar de a la idealización, sin embargo, ¿en el fondo qué tiene eso de empoderante? Es cierto, los cuerpos distintos fueron por primera vez reconocidos y representados en el mundo de la moda, pero aún conservan su caracter de excepción, al grado de que ni siquiera alcanzan una talla "normal" y tienen que etiquetarse como "tallas extra".
Sin contar con que los cuerpos femeninos no se clasifican nada más en "normales" y "extra", de hecho, no se clasifican: hay tantos tipos de cuerpos como tipos de mujeres y sería un error creer que porque ahora podemos ver posar a algunas con la cintura más grande existe una verdadera representatividad. ¿Qué hay de las mujeres que genéticamente son demasiado delgadas, las que son muy bajitas o muy altas, las de hombros anchos y cadera pequeña, las que luchan contra alguna enfermedad? ¿No todas las mujeres de verdad tienen curvas, verdad?
La buena noticia es que esa representatividad tampoco es necesaria, el trabajo de las marcas y sus publicistas es vendernos cosas, nuestro autoestima es trabajo nuestro y, aunque ver que no todo en los anuncios son chicas rubias y delgadas puede ayudar, no debería tener tanta relevancia, porque si permitimos que nuestro autoestima esté determinado por los dictados externos siempre viviremos tratando de ajustarnos a ellos.
Celebremos la apertura y la inclusión de las diversidades pero sin olvidar que sentirse bien con respecto al propio cuerpo es una responsabilidad personal. Además, el bienestar físico sólo es una parte del bienestar integral que abarca también la mente y el espíritu, descuidar uno en pos del otro sólamente nos traerá insatisfacción. El autoestima se trabaja de manera personal cada día, reconociendo nuestras cualidades y nuestras virtudes, aceptando nuestras debilidades, haciéndonos preguntas sobre nosotros mismos y persiguiendo lo que deseamos. La industria allá afuera puede decidir muchas cosas sobre como debemos o no vernos, pero si mantenemos una buena relación con nosotras mismas, podremos participar de ello si lo deseamos sin que se vuelva el centro de nuestro universo.