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Probióticos sí, pero no cualquiera: así funcionan los 'buenos'

Febrero 21, 2021

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¿Qué vas a aprender con esta nota?

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  • Los efectos de los probióticos dependen del tipo de bacteria. No todos son iguales, ni tienen los mismos beneficios

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  • Cada probiótico tiene una indicación para una condición o trastorno específico

La inclusión de los probióticos en la alimentación se ha vuelto una práctica muy común, debido a los grandes beneficios que brindan al organismo, tales como mantener el equilibrio de la flora intestinal, estimular la producción de vitaminas, favorecer una buena digestión y, sobre todo, fortalecer el sistema inmonológico.

 

Para aumentar las defensas en los intestinos es recomendable incluir probióticos en tu alimentación diaria. Los probióticos ayudan a regular la respuesta inmune e inflamatoria en el intestino, gracias a que las bacterias beneficiosas interactúan con la mucosa intestinal y con las células inmunitarias que hay en ella.

 

Es importante destacar que la acción inmunomoduladora de los probióticos no ocurre sólo en el aparato digestivo. Estas bacterias beneficiosas influyen en las defensas que existen en otras mucosas, como las del aparato respiratorio e incluso las defensas (células y anticuerpos) que hay en la sangre.

 

"Los probióticos son benéficos para la salud porque ayudan a tener un sistema inmune que funcione apropiadamente", señala el doctor Miguel Ángel Valdovinos, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ).

 

Valdovinos agrega que los probióticos evitan la invasión de microorganismos peligrosos, regulan el movimiento del intestino y mejoran la función de la barrera intestinal, además de facilitar la digestión de algunos alimentos y producir vitaminas y otros nutrientes, así como participar en la extracción de energía de los alimentos.

 

Pero, ¿qué son los probióticos?

Los probióticos son microorganismos vivos que, al administrarse en cantidades adecuadas, brindan un beneficio para la salud. Se encuentran en el organismo de manera natural, pero también están presentes en alimentos como el yogurt, el kéfir y el chucrut. Los principales probióticos son los lactobacilos y las bifidobacterias. Además, se pueden agregar a algunos alimentos que están disponibles como suplementos alimenticios.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha constatado que los efectos de los probióticos dependen del tipo de bacteria. Por lo tanto, no todos los probióticos son iguales ni tienen los mismos beneficios sobre el organismo y, por ello, no todos ejercen las mismas funciones ni utilizan los mismos mecanismos.

 

Si a nivel digestivo unos actúan más en la producción de vitaminas y otros en la facilitación de digestión de nutrientes, por ejemplo, a nivel inmunitario algunos pueden estimular su acción, mientras que otros pueden frenarla. Por ello, no se puede generalizar en cuanto a las funciones de los probióticos y hay que analizarlas cepa por cepa.

 

El doctor Valdovinos, jefe del Laboratorio de Motilidad GI del INCMNSZ, puntualiza:

En la actualidad, un probiótico debe estar perfectamente identificado, es decir, se requiere conocer el género, la especie y la cepa e idealmente el genoma (los genes) del microorganismo contenido en el producto que se comercializa como probiótico.

Se requiere de por lo menos un estudio clínico en humanos, conducido de acuerdo con los estándares científicos aprobados, en el cual el probiótico haya mostrado ser benéfico para la salud. Los microorganismos deben estar vivos y en la cantidad que se señala en el producto probiótico hasta la fecha de caducidad.

 

Razón por la cual, "antes de consumir un probiótico, recordemos que no todos los probióticos son iguales y que cada probiótico tiene una indicación para una condición o trastorno específico", advierte el especialista.

 

El uso de probióticos se recomienda para:

  • Controlar los cólicos del lactante.
  • Prevenir la diarrea asociada al uso de antibióticos.
  • Controlar los síntomas del síndrome de intestino irritable, conocido coloquialmente como colitis.
  • En bebés prematuros para prevenir enterocolitis necrosante, enfermedad que se produce cuando el tejido del intestino grueso (colon) se inflama, dañando y en ocasiones matando el tejido del colon del bebé.
  • En las diarreas agudas de niños y adultos.
  • En los trastornos metabólicos asociados a la diabetes y obesidad.
  • En enfermedades de la boca como gingivitis o periodontitis.
  • En la prevención de osteoporosis.
  • En el tratamiento de enfermedades alérgicas como rinitis, asma y dermatitis atómica.
  • Para potenciar la respuesta a vacunas como la de la influenza.
  • En enfermedades del hígado como el hígado graso o la cirrosis.
  • En trastornos neurológicos y psiquiátricos como el espectro autista, la enfermedad de Parkinson, la ansiedad y la depresión.  

 

Y recuerda: antes de tomar suplementos alimenticios con probióticos, consulta con el médico para asegurarte de que sean los adecuados para ti o tu familia.

 

Con información de Alimenta el Futuro

 

Foto de portada: Pexels


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