El siglo XXI nos ha convertido en consumidores voraces de imágenes, hace 100 años, una persona común podía pasar toda su vida sin ver ni la mitad de las fotografías que nosotros vemos todos los días. Este hiperconsumo visual tiene sus desventajas, por ejemplo, la cada vez más común sensación de que si un evento no se fotografía y se comparte no se disfruta de la misma manera. A estas alturas, a nadie se le ocurriría salir de viaje o festejar su cumpleños sin por lo menos una cámara presente.
La necesidad de documentarlo todo en imágenes ha llegado a tener consecuencias tan terribles como el celebgate: fotografías de diversas actrices que fueron tomadas en la intimidad y que se hicieron públicas en una filtración masiva el año pasado. Y no sólo son las celebridades, todos los que alguna vez hemos participado de juegos eróticos que impliquen imágenes hemos temido por dónde podrían terminar.
Y es que hay fotografías que no se pueden olvidar, no importa cuántas imágenes consumamos a diario, hay fotografías, instantes capturados, que logran paralizarnos a nosotros también. Por ejemplo, la foto de Kim Phuc, a los nueve años, huyendo de una bomba de napalm que viene a nuestra mente cada vez que escuchamos "Vietnam". "Esa foto terminó con la guerra" asegura el fotógrafo que la capturó, Nick Ut. Y es muy probable que tenga razón, la imagen se replicó en cientos de protestas alrededor del mundo que exigían la retirada de Estados Unidos.
Hace unos meses, la fotografía de Aylan Kurdi, un inmigrante sirio de cuatro años, muerto en una playa de Turquía, dio la vuelta al mundo poniendo en primer plano la situación de los refugiados que llevan décadas huyendo de la guerra en su país. Varios países abrieron sus puertas a los migrantes y la situación de los refugiados dio un giro en unos pocos días. Es difícil afirmar que una sola fotografía puede resumir y hacernos comprender el drama migratorio, en principio porque este tipo de imágenes no van dirigidas al intelecto. El Dr. Roger Canals, antropólogo visual, declaró al respecto:
"Hay que tener presente que, a diferencia de los gráficos estadísticos o los relatos textuales, la imagen fotográfica es siempre concreta. Lo que aquí nos conmueve no es la muerte, sino el cadáver. La muerte es un concepto abstracto, y los muertos también. Sabemos que cada día mueren niños en el mundo. Pero de repente una imagen muestra el cuerpo de un niño sin vida. Se activa entonces en el espectador un proceso inevitable de empatía que lleva al sentimiento de dolor. El cuerpo se revela como el portador de una muerte impropia, injusta, insoportable"
La empatía lograda por una fotografía fue más fuerte que todas las luchas activistas por los derechos de los refugiados durante años. Algunas cosas necesitan ser narradas a través de la vista para hacernos reaccionar. Aunque la línea ética que divide la búsqueda de empatía del espectáculo sigue siendo muy difusa, y no todas las imágenes de denuncia corren con la misma suerte que la fotografías de Kim o de Aylan, estos fenómenos culturales transformaron vidas humanas.