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"Tu primera vez" te cambia para siempre... ¡literalmente!

Mayo 26, 2021

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¿Qué vas a aprender con esta nota?

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  • La primera experiencia sexual hace que posteriormente el desempeño sexual mejore de manera notable

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  • Durante el acto el organismo libera de manera natural opioides endógenos, lo que provoca estímulos positivos

Dicen que "tu primera vez" te cambia para siempre, y la ciencia lo avala. La primera relación sexual provoca una mejoría en el desempeño en las experiencias posteriores. Esto es relevante porque la conducta sexual es una conducta innata, es decir, está genéticamente determinada y, por lo tanto, en ella no interviene el aprendizaje.

 

La actividad sexual puede ser compleja y estereotipada: los animales presentan secuencias específicas de respuestas conductuales elaboradas que no aprendieron, pues ya estaba predeterminado en el cerebro cómo ejecutar esa secuencia conductual.

 

Al tratarse de una conducta instintiva (que en los seres humanos es controlada por la razón, la conciencia y otros factores cognitivos), cuando las condiciones de madurez sexual y de funcionamiento hormonal son adecuadas, al estar frente a un estímulo sexual el animal presentará conducta sexual, sin importar si hay o no aprendizaje previo.

 

Sin embargo, después del primer encuentro sexual hay una mejoría del desempeño sexual en episodios posteriores y éste se optimiza, lo que sugiere que, si no hay aprendizaje de por medio, hubo un cambio en la regulación a nivel cerebral. 

 

Fenómeno de la conducta sexual

Gabriela Rodríguez Manzo, investigadora del Departamento de Farmacobiología del Cinvestav Unidad Coapa, analiza cómo la primera experiencia sexual cambia el funcionamiento del cerebro en individuos del sexo masculino.

 

Un aspecto ya conocido es que, durante la eyaculación, el organismo libera de manera natural opioides endógenos, sustancias parecidas a la morfina que funcionan contra el dolor pero que también tienen la capacidad de producir sensaciones placenteras, explica la investigadora.

 

Los opioides endógenos que se liberan con la eyaculación actúan en una región del cerebro conocida como el circuito de recompensa, llamado así porque en él se procesan todas las actividades que resultan placenteras y que suelen ser indispensables para la supervivencia, como la ingesta de alimento, la conducta maternal y la actividad sexual.

 

Actualmente se analizan los mecanismos moleculares por los cuales los opioides endógenos pueden modificar el funcionamiento del circuito de recompensa y uno de los hallazgos es que se produce un cambio en los receptores a los que se unen dichos opioides, presentes en el área tegmental ventral, que es parte de este circuito.

 

En esta región ocurre una modificación definitiva en el número y distribución de estos receptores después de la primera experiencia sexual y, aunque las experiencias posteriores también producen modificaciones, éstas son transitorias, esto es, reversibles. "El cambio importante se presenta entre el cerebro de un individuo que nunca ha experimentado la actividad sexual y el cerebro del que la experimentó por primera vez", señala Rodríguez.

 

Por el futuro de la especie

Lo novedoso de la investigación de Rodríguez Manzo es analizar qué hacen los opioides endógenos cuando son liberados en el circuito de recompensa y qué modifica el comportamiento, por qué los animales quedan sensibilizados después de un primer contacto sexual (lo que hace que, en las siguientes ocasiones, la experiencia sea mejor y más fácil).

 

Se considera que la sensación placentera que acompaña a la actividad sexual actúa como un mecanismo que contribuye a motivar al animal a repetir la conducta sexual, que no es esencial para su supervivencia. Las consecuencias placenteras de esta conducta lo llevan a querer repetirla y así asegurar el futuro de la especie.

 

Además, se establece una asociación entre los estímulos olfativos y visuales que se presentaron durante esa primera experiencia sexual y la sensación placentera. Esto permitirá que la próxima vez que el animal se encuentre frente a una hembra receptiva automáticamente se active el circuito de recompensa, y que la sensación placentera sea previa a la ejecución de la conducta sexual.

 

La investigadora ha observado cómo animales (ratas macho) que no han tenido actividad sexual, aunque sean sexualmente maduros, se comportan de manera distinta que aquellos que la han experimentado una vez. Esta información se puede extrapolar a los humanos, porque al ser una conducta primigenia, como la agresión, es controlada por el denominado cerebro límbico, que regula las emociones y es compartido en todos los mamíferos.

 

"La diferencia es que los seres humanos tenemos control sobre las respuestas instintivas a través de la corteza cerebral, que es el cerebro racional y analítico, pero el funcionamiento básico del control de la expresión de la conducta sexual es equivalente entre ratas y humanos", asegura Rodríguez.

 

Foto de portada: Freepik


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