El turismo biocultural es simplemente experiencias de turismo transformativo que nos ayudan a vivir y comprender la cultura como aquella relación emergente entre una sociedad y su entorno, y no solamente como un fenómeno humano aislado. Acercando a los viajeros a la naturaleza a través de los oficios, artes, historias, lenguajes, sabores y saberes culturales que habitan en ese lugar, siendo esta manifestación de la vocación y dinámica de la ecología completa del lugar, incluyendo lo humano y lo más que humano.
Hay que pensar la identidad biocultural como conjunto de valores, orgullos, tradiciones, símbolos, creencias, relaciones, cosmovisiones y modos de comportamiento que funcionan como hilo conductor dentro de un nicho socioambiental específico, y que sirven a los individuos que lo conforman como raíz de su experiencia de pertenencia, ya que son todos elementos que permiten identificar, caracterizar y mostrar lo que este nicho tiene en común y que lo diferencia de otros lugares, extendiendo nuestra comprensión de la cultura a aquel fenómeno emergente de la relación entre una sociedad y su entorno. Esta carácterística emergente de aprendizaje y realización personal-social se va acumulando, generando un gran acervo de conocimiento experiencial que generalmente se transmite de persona a persona, de madre/padre a hijos, de corazón a corazón. Por ello, el concepto o idea amplia de cultura es aquel conocimiento ancestral acumulado del aprendizaje de generaciones hacia cómo llevar una relación primero de sobrevivencia, luego de supervivencia y finalmente de sinergia entre una familia/comunidad y el entorno en el que habitan, creando, así, un sistema de generación y soporte de calidad de vida social y ambiental.
El concepto de ecoturismo ha sido distorsionado por muchos operadores y hoy en día se puede encontrar hordas de cuatrimotos en el bosque, cuyos pilotos están convencidos de estar haciendo ecoturismo y de tener un vínculo profundo con la naturaleza. Con la elección del término biocultural se quiere regresar al origen del ecoturismo y llevarla más allá. El turismo biocultural trabaja desde la ecología profunda, una corriente filosófica que tiene su origen en los años 70 del siglo XX, cuando el filósofo y ecologista noruego Arne Naess postuló que a través de experiencias profundas emergen preguntas profundas que a su vez causan cambios de comportamiento profundos a través del “darse cuenta”, germinando conciencia biocéntrica. Para la ecología profunda, al igual que para la visión sistémica de la vida, los seres humanos no estamos separados ni somos superiores a la naturaleza, ¡somos naturaleza!
En el México profundo tenemos la gran fortuna de encontrar culturas rurales que han aprendido a vivir en sinergia con su entorno: comunidades indígenas y campesinas que son canal de la expresión viva de la naturaleza manifestándose a través del ser humano, desde una relación mutua y recíproca de humildad, asombro, cariño, aprendizaje y coevolución. El turismo biocultural pretende dar la oportunidad a los viajeros de conectar con la naturaleza a través de los lenguajes y manifestaciones culturales de la gente que habita un lugar, que en realidad cuentan con una identidad cultural que ha sido moldeada por la ecología completa del lugar donde habitan.
¿Qué mejor que conectar con la naturaleza a través de las formas de aquellas personas que la conocen y comprenden mejor?
¡Conectar para escuchar, escuchar para comprender, comprender para sanar, sanar para contagiar!