Cuando compras huevos en el supermercado, es lógico que te fijes en su fecha de caducidad y después veas que ninguno de esos huevos esté dañado o con fisuras. Pero aunque muchas personas se confían en esa fecha, hay ocasiones en las que el ambiente o la temperatura del lugar influyen para que los huevos pierdan su frescura.
Para saber si los huevos que tenías almacenados (ya sea en su caja o en el refrigerador) aún están frescos, hay formas muy rápidas y sencillas de comprobarlo y son las siguientes:
La prueba del vaso. Llena un vaso alto con agua y mete el huevo que deseas probar. Si se hunde y queda horizontalmente en el fondo, está fresco y perfecto para comer.
Si los huevos flotan un poco verticalmente y se inclinan hasta la mitad, no están tan frescos, pero puedes usarlos para preparar huevos revueltos u omelettes. Y finalmente, si el huevo flota por completo, está rancio y es mejor no consumirlo (para no desecharlo, puedes usarlo para preparar alguna mascarilla para la cara o el cabello).
Abrir el huevo. Rompe el huevo en un plato. En primer lugar, echa un vistazo a la yema. La yema de un huevo fresco estará “gordita” y la clara se verá brillante y rica.
Una yema de huevo rancia se asentará plana y se verá un poco desinflada y flácida. No sirve para nada y definitivamente no deberías comerlo. A continuación, observa la forma de la clara. Si está fresca, la clara mantendrá su forma en un anillo interior definido y nítido.
También habrá un anillo exterior más delgado y la yema debería ser fácil de separar de la clara en un huevo fresco. Cuanto menos definidos estén el anillo interior y el anillo exterior, menos fresco estará el huevo.
Mucha gente, incluso de las grandes ciudades, ha optado por tener una gallina en su jardín y así obtener huevos frescos diariamente. No es tan complicado mantener sana y feliz a una gallina, siempre y cuando tengas espacio para ella, un corral bien hecho, comida y agua. Además las gallinas ponen huevos sin necesidad de un gallo, así que no deberías preocuparte por nada más.
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