George Orwell describió con precisión la fuerza creativa de las palabras cuando dijo “el pensamiento corrompe el lenguaje y el lenguaje también puede corromper el pensamiento”. Las palabras que usamos importan y dicen mucho de la cultura de la cual somos parte. De hecho, hay quienes piensan que utilizar la palabra "ayuda" para calificar la labor de las mujeres en el lugar de trabajo podría estar contribuyendo a la vergonzosa diferencia salarial que existe ellas y sus contrapartes masculinos. La razón es simple: su uso refleja que el trabajo de ellas no es considerado como “trabajo real” sino como una “ayuda”, un “favor”, un “servicio gratuito”.
En febrero de este año los periodistas Adam Grant y Sheryl Sandberg escribieron un artículo denunciando cómo en el trabajo de las mujeres es considerado menos valioso y cómo enfrentan consecuencias negativas cuando se niegan a "ayudar":
“Esta es la realidad de los lugares de trabajo alrededor del mundo: las mujeres ayudan más pero se benefician menos por ello. Estereotipos de género profundamente arraigados son perpetuados, esperamos que los hombres sean ambiciosos y orientados a los resultados y que las mujeres apoyen y sean comunitarias. Cuando un hombre se ofrece a ayudar lo llenamos de halagos y recompensas. Pero cuando una mujer ayuda nos sentimos menos en deuda. Ella está orientada a la comunidad ¿cierto? . Ella quiere ser parte del equipo. Lo opuesto también es cierto. Cuando una mujer se niega a ayudar a un colega a la gente no le gusta y su carrera sufre. Pero cuando un hombre lo hace no recibe reacciones negativas".
Estos periodistas no son los únicos que han alzado su voz para denunciar las inequidades de género en el ámbito laboral, pero los retos a vencer tienen raíces profundas. Pues como expresó Soraya Chemaly en su artículo “En el trabajo como en la casa, los hombres cosechan el fruto de la ‘labor invisible’ de las mujeres”: “El mensaje de que el tiempo y el trabajo de las mujeres es inherentemente de menor valor que el de sus colegas hombres es sistémico”. En México la brecha de remuneración salarial de género es grave. Se estima que en todos los campos las mujeres ganan en promedio un 22.9% que los hombres, además si se trata de puestos directivos este porcentaje puede ser hasta del 40%.
La cuestión es que por más que el individualismo mal entendido que predomina en nuestros tiempos nos diga que podemos sólos y no necesitamos de nadie, el destino colectivo y el destino individual son indivisibles y los problemas "de las mujeres" no sólo les atañen a ellas sino a toda la sociedad. Y se requiere de todos para lograr cambios significativos. Así que la próxima vez que alguna compañera de trabajo haga algo por ti agradécele por sus ideas, su compromiso o su esfuerzo, pero no por su "ayuda".
Con información de QZ.