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Cómo usar el sexo para sanar

Octubre 11, 2017

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El sexo tiene una enorme capacidad de llevarnos a la sanación, de reconciliarnos con la vida. Fundamentalmente, esto se debe a que el sexo trata con la energía corporal como ninguna otra actividad; es la creatividad misma del universo fluyendo en el cuerpo. Es por ello que en el tantra se utiliza en las etapas más avanzadas de la práctica; directamente, el sexo dirige la energía por el canal central, según las técnicas de yoga interno. Otra razón importante es que el sexo nos permite conectar emocional e íntimamente, nos brinda físicamente el afecto y la ternura que necesitamos. Puede ser literalmente comunión, y la comunión nos saca de la sensación de alienación que muchos sentimos. La razón más obvia es que el sexo es la actividad de más claro e intenso placer que experimenta el ser humano y el placer puede ser, cuando uno no se aferra u obsesiona con él, el antídoto natural al dolor y al estrés. La energía, que nos permite hacer algo y que elimina obstáculos físicos y mentales, en el sexo es una corriente de placer extático. En el tantra budista se le llama mahasukha.

 

Ahora bien, aunque el sexo tiene este enorme potencial de hacernos sanar, de acercarnos al impulso vital que celebra la existencia, que afirma su ser, esto no significa que todo el sexo es bueno y que pueda recetarse así, sin más, tener sexo para curar este o aquel malestar. Fácilmente el sexo, justamente por su poder, se torna algo enfermizo, una adicción, una obsesión, un complejo o trauma, especialmente cuando lo buscamos desde una condición de carencia de amor propio o inseguridad. Es por ello que la clave para que uno pueda tener sexo sanador tiene que ver con estas tres cosas: honestidad, apertura y aceptación. Las tres están claramente relacionadas, pero nos hablan de aspectos particulares de una misma actitud esencialmente madura.

 

Si una persona es honesta en su deseo sexual y en sus sentimientos, esto permite evitar lastimar a alguien más y además mejora la calidad del sexo en la medida en que se crea una comunicación real, que transmite lo que a cada quién le gusta y crea confianza, e incluso una veta lúdica. Mientras haya honestidad siempre hay posibilidades, hay un campo para explorar y una voluntad para trabajar una relación; incluso, para usar el sexo abiertamente como terapia.  

 

La apertura tiene que ver con no aferrarse a la propia imagen e identidad. Con no casarse con la idea de ser de tal manera, por ejemplo, con este o aquel problema o con esta carencia o característica que nos hace inadecuados. Es sólo cuando no nos definimos y no nos limitamos que podemos experimentar la alegría y el éxtasis sexual. Se vuelve posible disolver el ego en el placer. La apertura es también una capacidad de ser transparentes, de ser interpenetrados, de realmente recibir al otro. Esta misma apertura es lo que permite que fluya la energía por los canales del cuerpo; es una apertura emocional, física y psicológica. 

 

La aceptación es quizás la más obvia característica que permite que el sexo pueda usarse como sanación; sin ella, es imposible sanar. Aquí se trata de aceptar que tenemos algún problema o enfermedad, pero que eso no nos hace una persona que no tiene valor o que no es atractiva. Igualmente, se trata de aceptar a la otra persona como es, ya que esto es lo que permite que pueda sanar, que sienta que existe una verdadera comunicación y apertura. En realidad no importa nuestra condición, debemos saber que no hay nada intrínsecamente malo en ello. La naturaleza de la existencia es la muerte, la enfermedad y el envejecimiento; no hay forma de evitar esto. Lo que podemos cambiar es la forma en la que nos relacionamos con la muerte o la enfermedad o con los cambios de nuestro cuerpo. La aceptación y la apertura permiten la fluidez. Igualmente es importante aceptar a la otra persona con todos sus problemas e imperfecciones y no caer en una fantasía de la personalidad, la cual tarde o temprano se desmorona. El sexo puede servirse de la fantasía erótica, de la imaginación y el juego, pero necesita establecerse antes en la realidad más básica de aceptarse tal como uno es y no querer cambiarse, para poder sanar.

 

Evidentemente, para una persona enferma psicológica o físicamente puede ser muy difícil ser honesto, ser abierto y aceptarse a sí mismo y a los demás. Y es por eso que el sexo como sanación no es para todos. Pero una persona enferma puede llegar a aceptarse, a abrirse y a ser muy sincera -y esto ya será una importante manifestación de salud-. La misma sensibilidad de la enfermedad, el estado de vulnerabilidad y el enfrentarse con los aspectos más profundos y sombríos de su vida, lo colocan en un estado de alto potencial de transformación. Si esto ocurre, el sexo, utilizado como complemento, será el catalizador de la sanación.


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