Quizá todos hemos vivido alguna experiencia relacionada con climas extremos. Quizá hemos estado en la playa durante el paso de un huracán o hemos observado una tormenta eléctrica desde nuestra ventana. Sea cual sea la anécdota que cada uno de nosotros pueda contar, probablemente tendremos un punto en común: al momento de encontrarnos cerca de este clima extremo, sentimos mucha, mucha emoción.
¿Por qué estar en una situación de clima extremo, como una tormenta, nos emociona tanto? Esta pregunta ha inquietado a escritores, filósofos y científicos durante muchos años. Por ejemplo, en 1950 Walker Percy preguntaba en uno de sus ensayos por qué la gente se siente mal en ambientes buenos y bien en ambientes malos. Es una duda realmente interesante pues parece ir contra la naturaleza humana… ¿O no?
Por parte de la ciencia, la biometeorología es la responsable de estudiar la relación entre los organismos vivos y los procesos atmosféricos. Por ejemplo, cómo las estaciones del año intervienen con los cultivos, de qué manera el clima propaga infecciones y, en este caso, por qué una tormenta puede hacer que las personas se emocionen y conmuevan.
La respuesta parece estar en los iones negativos y positivos y sus efectos en el estado anímico de las personas. De acuerdo con el doctor Daniel Silverman de Nueva Orleans e Igho Kornblueh de la Universidad de Pensilvania, las personas sentimos emociones específicas cuando recibimos cargas de iones positivos o de iones negativos. Un estudio que realizaron para demostrarlo, probó que la actividad cerebral de los pacientes era mucho más tranquila y positiva cuando se sometía a iones negativos que a iones positivos. Los iones positivos provocan dolor y ansiedad. Además, durante los años cincuenta y sesenta se realizaron otras investigaciones que concluyeron que algunas personas sienten emociones negativas cuando se encuentran cerca de iones positivos y emociones positivas al estar en contacto con iones negativos.
¿Y qué relación tiene esta información con las emociones que produce el clima extremo? Parece ser que una tormenta o un clima brusco (incluso una ducha con agua caliente) genera un cambio en la concentración de iones en el aire. Y sí, la predominancia de iones negativos en el ambiente nos hace felices.
Esta propuesta no está del todo comprobada, pero parece bastante factible. Además, sentarse a observar una tormenta o esperar el paso de un huracán puede ser emocionante pues resulta en una confrontación con nuestro presente, con nuestra participación en el universo y la consciencia del diminuto tamaño que ocupamos ante las maravillas (a veces caóticas) de la naturaleza.