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Una liberadora forma de pensar la limpieza de tu habitación

Marzo 20, 2018

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3 minutos de lectura

Para mantener el orden y la buena energía de los lugares que habitamos, se recomienda hacer una limpieza a fondo al menos cada 3 o 4 meses. A fondo significa que con plena conciencia revisamos espacio por espacio, metro cuadrado por metro cuadrado, hasta abarcar los rincones más desapercibidos. Requiere bastante tiempo, es cierto, pero al limpiar a fondo podemos deshacernos de suciedad escondida que puede albergar bacterias y a su vez enfermedades, deshacernos de cosas que ya no utilizamos y que sólo estancan el flujo energético correcto y, además, podemos enfrentarnos a un fenómeno de reconocimiento y rememoración cuando encontramos objetos que ya habíamos olvidado. Limpiar la casa a fondo, pero sobre todo la habitación propia, es una labor intensa no sólo por el esfuerzo físico sino por el estremecimiento que pueden producir esos hallazgos inesperados entre los pliegues de años y de polvo.

 

Armados con una bolsa de plástico, lo más probable sería que separemos dos montones: uno de las cosas que definitivamente son basura, y otro de las cosas que no sabemos identificar, que están en el borde de lo útil y lo inútil. Es complejo tomar la decisión. Objetos que oscilan entre el valor sentimental y el desecho. Al principio no importará mucho porque es posible que nos quedemos “petrificados” ante tal descubrimiento, y ésa es la parte emocionante de la limpieza a fondo, porque a fin de cuentas es como encontrar un tesoro que no sabíamos que estábamos buscando. ¿Imaginas todo lo que podrías encontrar en tu propia habitación? Esta experiencia es, literalmente, como armar un rompecabezas de tus recuerdos fragmentados por el transcurso de la vida.

 

También es posible hallar cosas que hubiéramos deseado no encontrar y que arrojamos casi con furia al fondo de la basura; cosas que alguna vez representaron sentimientos o situaciones agradables y que ahora, distorsionadas por el paso de los años, no son ni la sombra de lo que eran. Al final, cuando se separó todo y se contempla lo que ha sobrevivido, es posible vislumbrar fragmentos claros de eso que todavía nos conforma como personas. Los recuerdos salen a flote y es como ver ciertos pilares de nuestra propia edificación: por qué somos lo que somos o cómo fue que llegamos hasta aquí. Esta labor podría significar una forma tangible de conocimiento personal a través de nuestras acumulaciones y posesiones materiales. Quizá en algún momento algunos de esos objetos que nos tienen en duda dejen de ajustarse a lo que nos define y ya no representen nada, y entonces eso será lo que hará posible liberar un poco más de espacio para las nuevas cosas. Por lo pronto, será inevitable tener esa sensación de libertad cuando lo innecesario desaparece, pues así es como creamos un nuevo lugar para la actualidad y el futuro.

 

¿Te animarías a intentar una limpieza de este tipo?


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