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¿Cómo combinar el amor y el desapego? Maestro budista lo explica

Diciembre 28, 2017

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En un mundo impermanente, donde la muerte, el envejecimiento y el cambio en general son la realidad más básica, el desapego es la actitud correcta a seguir.  Apegarse a las cosas materiales, incluyendo a las personas, es una receta para el sufrimiento. Por otro lado sabemos también que obviamente el amor hacia una persona es algo que nos acerca a la felicidad y al sentido existencial. ¿Cómo conciliar esto?

 

Por una parte es menester decir que el amor no tiene que ver realmente con apegarse a una persona y que, aunque seguramente perder a una persona querida será muy doloroso, amar a alguien no significa necesariamente querer que esa persona no se separe de nosotros, no cabie y menos aún poseerla. El verdadero amor esta más ligado a la compasión, a querer que una persona sea feliz, independientemente de nosotros y nuestros deseos personales. Así entonces no existe un conflicto de fondo entre el amor y el desapego. Sin embargo, la cuestión debe de explorarse más a fondo ya que tiene numerosas aristas que en la práctica suelen complicar esta idea de "amor desapegado".

 

El maestro budista Dzongsar Khyentse Rinpoche explica que generalmente nuestras relaciones de pareja están movidas por nuestra inseguridad. Buscamos una pareja porque sin ella nos sentimos inseguros, en gran medida porque la sociedad gira en torno a la pareja.  Así la mayoría de las relaciones no están basadas en el amor sino en satisfacer nuestros deseos egoístas y en aplacar el miedo de estar solos. Por esto el matrimono se ha convertido más que en el símbolo del amor, en una especie de contrato social a través del cual una persona se protege y logra cierta seguridad personal que le permite moverse en la sociedad.

 

El matrimonio, por otro lado, contiene la idea de que la pareja estará unida por siempre -o hasta que la muerte lo separe- y de alguna manera que uno posee al otro. Sin embargo, la realidad es que la separación puede ocurrir en cualquier momento y no hay en ello nada malo en sí mismo. Es la naturaleza de las cosas separarse, perderse, decaer. Asimismo, la felicidad de una persona, aunque evidentemente puede complementarse y crecer unida a otra persona, nunca realmente se origina en el otro ni depende absolutamente del otro sino que, para ser verdadera, nace de uno, del interior. Una relación de pareja puede verse más como una compañía momentánea, movida por el sincero amor y compasión de compartir la vida, por ahora. El mundo, dice Dzongsar Khyentse, es como un gran hotel en el que todo el tiempo las personas están haciendo check-in y check-out y esa es su belleza. La impermanencia es lo que le da sentido y belleza a las cosas: lo irrepetible de este atardecer, de ese beso, etc. Lo permanente, lo que no cambia, se vuelve turbio, se enclaustra, se pudre. 

 

Dzongsar Khyentse Rinpoche añade que cuando soplan los vientos del karma se presentan relaciones y el amor puede florecer y no hay nada de malo en jugársela. Sin embargo, es fundamental "desde el primer día asegurarte que no te atrapen las expectativas y la esperanza. Si se hace eso, se puede construir una buena relación".  Y un poco bromeando recomienda a los sacerdotes que ofician un matrimonio que incluyan en la liturgia una mención a la inminencia de la separación, quizá mencionar que es posible que incluso esta misma noche la pareja puede separarse, algo que quizás atormente un poco a los suegros que gastan tanto dinero para preparar una boda impermanente.

 

Por último queda decir que lo propio del amor es la amabilidad, la generosidad y que la verdadera generosidad es justamente el desapego. Sólo alguien que no está apegado a las cosas da mucho y da de corazón.  El amor es este dar, "dar energía", segun el maestro Thinley Norbu Rinpoche y sólo quien no está aferrado a sus posesiones e ideas es libre para darse, que es lo que realmente se busca en el amor, recibir al otro entero, desnudo y siempre nuevo.


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