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Kit básico para sobrevivir a los días grises

Octubre 06, 2020

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  • Recomendaciones para afrontar y superar los momentos difíciles

Muchas veces, a lo largo de la vida, nos sentimos desbalanceados, fuera de nosotros mismos. En ocasiones esto ocurre debido a circunstancias externas, como una enfermedad, una pérdida, una separación, o simplemente porque enfrentamos situaciones de estrés, o la rutina nos atrapa. En esas situaciones, los malos hábitos se apoderan de nosotros, nos sentimos desubicados, dudosos, pensativos, enojados o de muchas otras formas.

 

Lo primero que debes saber si te sientes o te has sentido así, es que es algo completamente normal y a la mayoría de las personas nos sucede, pues el hecho de estar vivos es parte de un constante riesgo. Y gran parte de la película se trata de desapegarnos, ya sea de personas, pertenencias, hábitos o pensamientos. 

 

También debes tener presente que el dolor es parte inherente de nuestra naturaleza y es, además, parte del equilibrio, pues no podríamos ver la luz sin tener la oscuridad

 

Ante la adversidad descubrimos distintas partes de nosotros, conectamos con nuestra vulnerabilidad, afrontamos nuestros miedos, reencontramos nuestra intuición, practicamos el desapego y recibimos un recordatorio de nuestra propia impermanencia, para que le prestemos atención a lo realmente importante.

 

El hecho de vivir una experiencia humana implica entender que hay cosas que venimos a trascender, que nos van a doler, otras que no nos van a gustar, lecciones que aprender; y sobre todo, hay que recordar que detrás de casa cosa que ocurre siempre hay una gran lección.

Foto: James Lee

Todo es temporal

La única constante en la vida es que nada es permanente; por lo cual, basta con saber que esa situación por la que atraviesas también pasará. 

 

Es normal sentir que, cuando alguna dificultad se presenta, es algo que no tendrá fin; así, percibimos como eterno ese sentimiento de dolor, ansiedad o incertidumbre, pero la verdad es que estamos diseñados para superarlos y aprender de ellos es parte de nuestra tarea.

 

Para lograrlo, nos puede ayudar recordar momentos en los que hemos sobrevivido a otras situaciones de adversidad, cuando vencimos a la tristeza, aprendimos la lección y seguimos adelante. Así como pasó en esas ocasiones, esta vez todo será temporal, todo pasará.

 

El control es una ilusión 

A veces, por más trabajo que nos cueste, hay que saber aceptar a la vida tal y cómo es, entender que lo único que podemos controlar son nuestras acciones y reacciones, mientras que absolutamente todo lo demás está fuera de nuestro control

 

¿Cuántas veces gastamos energía en cosas que nunca pasaron ni pasarán? Acostumbramos adelantarnos, suponer, crear expectativas, sacar conclusiones y anticipar escenarios que muchas veces ni siquiera llegan a ocurrir. Todo eso produce un enorme desgaste emocional y mental. 

 

Por ello, ten siempre presente que lo único que podemos “controlar” es la manera en la que reaccionamos hacia esos eventos, así como las interpretaciones que les damos. Es nuestro trabajo traernos al momento presente y dejar a la mente a un lado; es una labor muy cansada y difícil de lograr, pero al final de cuentas, es algo indispensable para nuestra paz.

 

Deja que lo que sientes fluya y salga

A la mayoría de las personas, desde la infancia se nos inculcan connotaciones negativas en torno a ciertas emociones; por ello sentimos cierta incomodidad cuando se presentan algunas como la tristeza, el miedo, la vergüenza o el enojo.

 

En realidad, no existen las emociones malas, pues todas ellas sólo son la voz de nuestro Ser que nos habla. Generalmente, esas emociones traen grandes lecciones y significados, y a veces sólo se presentan para hacernos notar cuando hacemos o aceptamos cosas que van en contra de nosotros mismos, o para advertirnos de que algo sobrepasa alguno de nuestros límites. 

 

Así que la próxima vez que sientas llegar alguna de esas emociones, déjala fluir, escúchala, pregúntale que vino a decirte, trata de comprenderla y, sobre todo, date la oportunidad de sentirla en plenitud. Aunque parezca absurdo, cuando invitas a pasar a tus emociones y te dejas de resistir a ellas, usualmente es cuando más rápido se van, por que tú simplemente estás abierto a recibir su mensaje.

 

Platica de lo que sientes 

A veces, cuando estamos sumergidos en este tipo de sensaciones, nos aislamos y no queremos ver a nadie. Y aunque cada persona es distinta y no hay fórmulas exactas, exteriorizar lo que te pasa y lo que sientes te puede ayudar al menos a tomar perspectiva para ver las cosas con más claridad y tranquilidad.

 

Cuando estamos sumergidos en nuestras emociones, la mente nos lleva una y otra vez a los mismos lugares, hasta que todo se vuelve un laberinto sin salida. Muchas veces, externarlo al platicarlo con alguien de confianza nos ayuda a tomar distancia para verlo mejor, saber que no estamos solos y que tenemos apoyo; y, al mismo tiempo, compartir nuestro sentir nos permite llevar nuestras relaciones personales a otro nivel. 

 

Si a pesar del tiempo sientes que esas emociones permanecen y se prolongan, además de hablarlo con algún ser querido, debes tener presente que siempre hay algún tipo de terapia que te puede ayudar a trabajar las cosas más profundamente, para así solucionarlas y liberarte.

 

Roma no se hizo en un día 

Ser compasivos con nosotros mismos es fundamental, ya que a veces somos nuestro peor juez; nos hablamos muy duro, nos juzgamos, señalamos constantemente todos nuestros errores, nos enfocamos solamente en lo que está mal y nos hundimos en un pozo sin salida. 

 

Tenemos que entender que todo es parte de un proceso, que la vida no es blanco y negro, por el contrario, está llena de matices y siempre habrá algo que agradecer, hasta en los días más oscuros. 

 

Por ello es importante aprender a reconocer lo que hemos avanzado, por poco que parezca, a decirnos lo que hicimos bien, a ver la belleza en ser vulnerables, lo resilientes que somos... y aunque no lo hayamos hecho bien en lo absoluto (lo que quiera que esto signifique), es necesario reconocer que eso también es parte de la vida, que vinimos también a equivocarnos, que errar y aprender de ello es parte de vivir.

 

Debemos aprender a ser amables y compasivos con nosotros mismos, a hablarnos con delicadeza, con amor, con cariño y respeto. Si sientes que se te dificulta hacerlo y ese duro juez que hay dentro de ti amenaza con aparecer, piensa en lo que harías si una persona que quieres mucho está en la misma situación que tú, ¿qué le dirías?, ¿cómo se lo dirías? Así como eres de cuidadoso al hablarles a quienes más amas, así debes ser al hablarte a ti: con amor, respeto, comprensión y paciencia.

 

Es hora de empezar a  practicar esa empatía que tenemos con los demás con nosotros mismos, como un acto de aceptación de nuestro procesos, de la vida y de nuestro Ser.

 

Foto de portada: Almos Bechtold


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