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¿Gratitud o positividad tóxica? Conoce sus límites y diferencias

Mayo 20, 2021

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¿Qué vas a aprender con esta nota?

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  • Qué es la positividad tóxica y cómo evitarla

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  • Cómo tener una práctica de gratitud auténtica

Actualmente se habla mucho de la importancia de la gratitud, y es que al agradecer por quien eres y por lo que hay en tu vida es un paso que te acerca mucho más a la felicidad, a la plenitud, a la salud mental, al bienestar emocional y a sentirte satisfecho contigo mismo y con tu vida.

 

Sin embargo, en los últimos años también ha cobrado auge la llamada positividad tóxica, que muchas veces se confunde o se cruza con conceptos como el optimismo, la felicidad auténtica y la gratitud.

 

Es un hecho que cultivar la gratitud a veces puede sentirse como algo complicado y lejano, sobre todo cuando atraviesas dificultades y circunstancias adversas; esa incapacidad para agradecer suele llevar a las personas a sentirse mal por no estar agradecidas o felices, y es entonces cuando ese sentimiento incómodo se suplanta con algo que se considera positivo; y es entonces cuando entra en juego la positividad tóxica.

 

¿Qué es la positividad tóxica?

El optimismo o el positivismo consiste en aprender a dejar de preocuparte por lo que no puedes controlar y en ver el lado bueno de la vida y de lo que sucede en ella, pero sin negar los sentimientos de tristeza, enojo, frustración, etcétera, que surgen cuando las cosas no marchan bien. 

 

Por otro lado, la positividad tóxica es cuando el ser feliz se convierte en una obligación, cuando te grabas la idea de que siempre debes sonreír, sin importar lo que pase, y cuando piensas que sentirte triste, enojado, decepcionado, frustrado o desmotivado está mal.

 

La positividad tóxica hace de la felicidad un deber ser y en ese proceso anula y rechaza las emociones que se consideran negativas. Cuando esta positividad se usa continuamente para evitar o negar las emociones genuinas, corres el riesgo de invalidar tus sentimientos, lo cual dañará gravemente tu bienestar mental y emocional.

 

Para evitar caer en la positividad tóxica, debes ser consciente de que todas tus emociones son válidas; el secreto es no estancarte en aquellas que te ocasionan sufrimiento, resentimiento o que te estancan y hunden. No se trata de ocultarlas, negarlas ni reprimirlas, sino de aprender a reconocerlas, validarlas, permitirte sentirlas, externarlas, expresarlas y desahogarlas; pues sólo así podrás sanar para seguir tu camino y ser feliz.

 

No puedes elegir cómo te sientes ante las diferentes experiencias que vives (es decir, no puedes elegir estar feliz y poner una sonrisa en tu cara, cuando algo te enfurece o te pone inmensamente triste); pero sí puedes elegir cómo respondes ante esos sentimientos, al ser compasivo contigo y aprender a aceptar y abrazar esas partes oscuras que también son parte de tu ser. 

 

La positividad tóxica es cuando deseas sentir algo que no eres, porque has aprendido que así es como debe ser; anulas tu tristeza y reprimes tu enojo, porque lo que está bien es estar siempre feliz y sonriente. Entonces, cuando experimentas esas emociones, te regañas a ti mismo y te obligas a sentirte feliz al repetir en tu mente alguna frase como: "¡Piensa en positivo!".

 

Si, en cambio, cultivas la curiosidad (el primer paso en una verdadera práctica de gratitud) acerca de lo que realmente sientes, entonces estarás en el camino hacia la transformación de la emoción negativa en algo positivo, como la gratitud o el orgullo. Pero será un cambio que lleva un proceso, no algo inmediato como si de apretar un botón se tratara.

 

Cómo practicar la gratitud auténtica

Por lo general, la gratitud real y auténtica llega después de un proceso de entrega a tus emociones dolorosas, no después de querer algo positivo y mucho menos de fingir algo positivo.

 

Por poner un ejemplo sencillo: beber agua es algo que pasa desapercibido cuando la tienes siempre a tu alcance, pero es algo por lo que te sientes agradecido cuando al fin puedes beberla después de haber hecho ejercicio o al regresar sediento del exterior cuando hace mucho calor. Después de ese pequeño sufrimiento que te ocasionó la sed, eres más capaz de agradecer por el agua. 

 

Experimentas orgullo, por ejemplo, cuando te vuelves capaz de establecer límites saludables con tu pareja, tu familia o en el trabajo; pero eso sólo ocurre después de que eres capaz de reconocer el daño que ha ocurrido en esas relaciones y el daño que podría ocurrir si no establecieras esos límites.

 

Muy a menudo, las personas se resisten a experimentar sentimientos de aversión. Después de todo, el ser humano está programado para protegerse, incluso de la menor amenaza percibida. Es difícil confiar en que esas mismas emociones puedan ser realmente importantes, incluso buenas para sentirlas. 

 

Pero en realidad, no hay emociones buenas ni malas, sino que cada una tiene una razón de ser, una función e incluso un propósito evolutivo, como el miedo, que te ayuda a estar alerta y protegerte de lo que pueda ser riesgoso o peligroso.

 

La ira, por ejemplo, te permite saber que algo anda mal y te da energía para hacer algo al respecto. Si reprimes tu enojo, no sólo se queda en algún lugar de tu cuerpo, donde a la larga hará daño, sino que terminas por perder el mensaje de ese enojo. La gratitud sólo puede llegar cuando te permites asimilar lo que tu ira te intenta decir. 

 

Por ejemplo, si descubres que alguien te ha mentido, te hace sentir enojado, pero puedes tener miedo de arruinar la relación, por lo que no dices nada y entierras tu enojo. En cambio, si te permites reconocer que estás enojado, recibes el mensaje de que tal vez esa persona no sea digna de confianza, o de que hay cosas que arreglar en esa relación. Así, una vez que recibes el mensaje de tu ira, te puedes sentir agradecido porque ahora estás mejor y quizás aprendiste una lección.

 

Es posible que esto no suene como la práctica de gratitud con la que estás familiarizado, que suele tratarse de cultivar sentimientos positivos. El punto clave aquí es que para experimentar algo positivo como la gratitud, primero debes ser real contigo mismo sobre lo que sientes en cada momento, ya sea dolor, ira, envidia o vergüenza

 

Por lo tanto, el primer paso para cultivar una perspectiva positiva auténtica es validar lo que realmente sientes, sin importar cuán doloroso o "incorrecto" parezca. Cuando puedes descubrir lo que hay detrás de eso que sientes, es cuando puedes avanzar hacia la comprensión, la aceptación, la gratitud, el orgullo o la autocompasión.

 

Así que cuando quieras cultivar la gratitud o cualquier sentimiento positivo, comienza por preguntarte: ¿Qué se interpone en el camino para que te sientas verdaderamente agradecido (o feliz u orgulloso)? 

 

Luego, trabaja contigo mismo en un ejercicio de introspección y reflexión, con la mente y el corazón abiertos, con amor y compasión hacia ti. Y entonces, recopila información sobre cómo tiene sentido sentirte enojado, asustado o celoso, y descubre lo que esas emociones te quieren decir para que puedas crecer y mejorar. Esta es la práctica de la aceptación, que en última instancia conduce a la verdadera positividad.

 

Foto de portada: Freepik


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