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¿Qué tipo de terapia es mejor para ti? Parte VIII: Psicoanálisis

Noviembre 17, 2016

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El psicoanálisis es una combinación de teoría y praxis que surgió a finales del siglo XIX, creado e impulsado por Sigmund Freud. No es sencillo definirlo, pues un componente importante de su naturaleza es ser heterodoxo.

 

A diferencia de la psicología, el psicoanálisis NO pretende ser una ciencia ni crear conocimiento científico, sin embargo, tampoco se encuentra en el extremo opuesto de la charlatanería o el pensamiento mágico. Su corpus de conocimiento (es decir, su teoría), aunque no se le puede calificar de científico, se ha construido con los métodos de la ciencia: la observación, la experimentación, la crítica, la puesta a prueba de hipótesis, el reconocimiento del error, la comprobación de hipótesis, la acumulación de evidencia obtenida, el aprendizaje, etc. Por lo demás, la materia de trabajo del psicoanálisis es la base de su seriedad. ¿Y cuál es esta? La subjetividad.

 

Todo el trabajo del psicoanálisis, tanto teórico como terapéutico, gira en torno a la noción de sujeto. En cierto momento de su desarrollo, el psicoanálisis se desprendió de la voluntad generalizadora de la medicina y las ciencias de la mente (la psiquiatría en especial) y, a cambio, comenzó a tratar las enfermedades mentales en relación con el sujeto que las padecía.

 

Este enfoque parece muy simple, pero en el fondo es un cambio de paradigma al que no estamos muy habituados. Lo usual es acudir al médico, al psicólogo o al psiquiatra para que nos diga qué hacer con nuestro malestar, y esta respuesta es la que le da a todas las personas que presentan nuestros mismos síntomas. Así, todas las personas que dicen padecer ansiedad reciben determinado tratamiento, y lo mismo para quienes llegan con un cuadro de depresión o quienes están afectados por una neurosis.

 

El psicoanálisis, por el contrario, considera dicho malestar desde una perspectiva subjetiva, en relación con el sujeto en sí. Un rompimiento amoroso, por ejemplo, puede provocar depresión en una persona, pero esta depresión es en realidad un síntoma de algo más, esa tristeza está conectada con otros elementos de la vida de una persona: su relación con el amor, su relación con el otro, el amor para sí misma, etc. Considerar un “problema” subjetivamente significa no aislarlo, sino comprenderlo como parte de ese todo complejo que es un ser humano.

 

Muchas personas señalan esto como una “desventaja” del psicoanálisis, pues entre otras implicaciones, terapéuticamente supone un trabajo constante, sostenido, prolongado, todo lo cual no es bien recibido en una época que privilegia lo inmediato, lo fácil, lo listo para usar. Parece más sencillo tomar una pastilla que dedicar un poco de nuestro tiempo a explorar nuestra propia vida con el fin de conocernos realmente.

 

Pero ¿se trata de un “conócete a ti mismo” como el que se aconsejaba en la Antigüedad? No precisamente, pues ese proceso de autoconocimiento, que por mucho tiempo fue uno de los pilares de la filosofía, tiene en el caso del psicoanálisis un eje muy definido y muy característico: el deseo. En buena medida, el psicoanálisis se desarrolló sobre la premisa de que las “enfermedades de la mente” surgen porque, como sujetos, nos formamos en una cultura que nos enseña a reprimir lo que deseamos, a contenerlo, a hacernos creer que podemos ignorarlo.

El deseo, sin embargo, está ahí, realizándose cotidianamente. Los problemas surgen porque no siempre somos conscientes de dichas realizaciones. Deseamos algo, pero hay elementos alrededor de ese deseo que intentan impedir que salga a la superficie, que tome una forma concreta en nuestra vida. Lo extraño es que muchos de nosotros ni siquiera nos damos cuenta de que eso sucede. No estamos plenamente conscientes de que deseamos algo y que al mismo tiempo otra parte nuestra obstruye ese deseo. Y esa contradicción es, desde la perspectiva del psicoanálisis, la fuente del malestar y las muchas expresiones que éste llega a adquirir (ansiedad, depresión, angustia, pánico, enojo, tristeza, insatisfacción, etcétera).

El psicoanálisis es una disciplina para conocer nuestro deseo in extenso, es decir, su origen, la historia de su formación, los obstáculos que le imponemos, las formas en que se manifiesta a pesar de todo. Es, en ese sentido, una disciplina para aprender a desear.

 

Algunas preguntas prácticas

¿El psicoanálisis es para todos? No, pero sí para cualquiera.

 

¿Cuál es la principal ventaja del psicoanálisis? Si algo tiene el psicoanálisis es que ofrece un espacio de libertad. Es uno de los pocos espacios en que la persona puede, realmente, hablar en libertad, decir lo primero que le venga a la mente, lo que quiera, sin censura, sin moral, sin temor a que alguien la juzgue. Paradójicamente, esa libertad es terrorífica para muchos.

 

¿Es cierto que el psicoanálisis cuesta? Sí, ¿pero qué no de lo verdaderamente valioso en la vida? Amar cuesta, tener un trabajo significativo cuesta, sostener una relación, encarar la vida, realizar lo que queremos, ser queridos, ser escuchados, tener una postura frente a la vida y defenderla. Todo ello tiene un costo, y se engañan quienes creen lo contrario.

 

¿El psicoanálisis es la cura definitiva? Tampoco. Eso que hace el psicoanálisis también se puede encontrar por otros medios. Hay personas que responden ciertas preguntas sobre su vida al hablar en un diván, y hay otras que encuentran sus respuestas leyendo, o teniendo un hijo, mudándose de casa, meditando incluso. En cuestiones de subjetividad, nada es en realidad una “cura definitiva”, nada tiene la respuesta última o el método comprobado porque, llegado el caso, cada uno de nosotros tiene que elaborar su propia respuesta, andar su propio camino. 


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