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Cuando abrazar el dolor es la cura

Julio 31, 2016

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Las estrechas definiciones de la salud --especialmente de la salud mental-- y las presiones de la sociedad para que las personas estén sanas y felices según los estereotipos hacen que el dolor o cualquier condición de malestar sean prontamente rechazadas. Pareciese que el menor asomo de un estado que no es el ideal según lo establecido convencionalmente, o que nos genera un poco de incomodidad, es la señal inequívoca para reaccionar de manera inmediata, ya sea tomando un medicamento o una actitud para contrarrestar el estado que se presenta como un cambio.

 

La profesora de psiquiatría de la Universidad de British Columbia, Joann Cheek, escribe sobre este estado de alarma condicionada en el que vivimos actualmente:

 

Me preocupa que la salud mental hoy en día es vista como la ausencia de dolor mental, una línea recta de felicidad, o simplemente nada de emociones, y no, en cambio, la habilidad de llevar una vida significativa con altibajos, pese al dolor que conlleva... ¿Qué tanto de nuestro sufrimiento mental es creado por nuestros intentos de evitar la incomodidad, en vez de darnos cuenta que podemos permitir tolerar y experimentar nuestras experiencias difíciles?

 

La realidad del mundo es que las dificultades y el dolor son parte de la vida, incluso de la persona más feliz, sana y afortunada. No hay forma de evitar el dolor, sólo es posible postergarlo. Por otro lado una actitud abierta de aceptación tiene una clara ventaja: se acerca a las cosas sin aprehensión y así genera menos tensión. Esto, por otro lado, parece ser la percepción correcta de la realidad, ya que si bien el dolor es inevitable, igualmente real es que es impermanente. Si es impermanente, ya que por más intenso que sea no será igual, y habrá momentos en los que podremos descansar --siempre aguarda la muerte-- no tiene sentido y reaccionar ante él y generar una tensión mental extra. Esto nos lleva a otra parte de la ecuación que, con ecuanimidad ante las sensaciones y con propósito de vida más allá de la vicisitudes de nuestra salud, el dolor no tiene que transformarse en sufrimiento, puede simplemente experimentarse como es sin formar una adherencia emocional. 

 

Cheek nota que existe una tendencia en la terapia a que los pacientes dejen de utilizar técnicas o medicamentos para evitar o suprimir una sensación desagradable. Esto además de que parece ser una estrategia más inteligente para lidiar finalmente con un problema, tiene el beneficio de permite que la persona se conozca a sí misma y crezca. Se menciona comúnmente que cualquier síntoma es un mensaje que debemos escuchar y que si simplemente anonadamos la sensación, pues, se pierde el mensaje que necesitamos tal vez escuchar ya que podría obedecer a un problema más profundo. Asimismo, es un lugar común decir que las personas son tan fuertes como las experiencias que han tenido y que el sufrir y atravesar estados críticos enriquece la mente o el alma de un individuo --esto es cierto en la medida de que la experiencia haya podido ser integrada y haya generado un aprendizaje. Dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, "sin el lodo, no puedes crecer la flor de loto".

 

El amor a la vida es la capacidad de ensuciarse y de hacer cosas que en primera instancia podrían ser poco placenteras con un sentido propósito. El buscar sólo vivir del lado soleado de la calle nos hace perdernos de toda una dimensión de plenitud existencial que a la larga acaba siendo un impedimento en nuestra capacidad de sentir y manejar la gran diversidad de sucesos que presenta la vida. "Cuando evitamos las emociones no deseadas acabamos perdiéndonos de las que nos vitalizan también", dice Cheek, quien agrega que en los casos más difíciles es importante "aceptar suavemente la emoción difícil a la vez que nos movemos hacia una dirección que nos ayude a largo plazo". Esto es, no resistirse a una emoción o a un estado de nosotros que nos parece desagradable y , aceptándolo, puesto que es una realidad, trabajar al mismo tiempo para lograr un estado diferente, que puede ser más positivo. Pero la positividad no nace de rechazar lo negativo sino de abrazarlo.


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