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Nuestras relaciones íntimas: un laboratorio de alquimia

Mayo 01, 2016

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En esto coinciden los psicólogos modernos y los maestros espirituales antiguos: es en nuestras relaciones  cercanas donde se revela nuestra verdadera personalidad y a través de las cuales se zanja el camino hacia la felicidad y la realización. Podemos incluso, como sugiere John Welwood en Science and Non Duality, entender nuestras relaciones como "un crisol del alquimia", esto es un horno o un instrumento químico en el cual se producen diferentes reacciones para purificar un metal, para llevarlo hacia la naturaleza del oro. De alguna manera, purificando nuestras relaciones, trabajándolas para llevarlas a un oro simbólico o a un diamante psicológico es como nos transformamos a nosotros mismos y logramos la gran obra alquímica.

 

Esto es en gran medida porque nuestras relaciones representan el reto más grande que tenemos como seres humanos. "Que una personas ame a otra, esta es la más difícil de las tareas", escribió el gran poeta Rainer Maria Rilke. Esto evidentemente no habla del estado luminoso del amor inicial, cuando todo es flores y atracción. Habla del lado sombrío y sucio de las relaciones, de las cosas que inicialmente no vemos, pero que constituyen la integridad de la personas y las cuales en términos alquímicos puede considerarse el "nigredo", la materia prima, la simiente de la obra cuya finalidad es la producción del oro y que requieren de paciencia y larga labor. Así una relación que va madurando a través de los años y sirve como la tierra donde se siembran árboles no sólo flores (árboles que vivirán por generaciones y que en términos espirituales nos servirán para nuestro camino más allá de esta existencia).

 

Igualmente podemos aplicar la noción de Carl Jung de que debemos de hacer consciente todo lo inconsciente para individuarnos y liberarnos de las influencias profundas de lo que reprimimos. Así la relación que atraviesa un proceso de alquimia, es capaz de rever, aceptar y resignificar los traumas, miedos, inseguridades y defectos de una persona. El inconsciente se vuelve como una tierra espesa y honda que revela contener piedras preciosas. El aceptar nuestra sombra y asimilar los factores que preferimos esconder de nuestra personalidad se vuelve una fuente de energía creativa y ligereza ante las diversas situaciones.

 

Otra metáfora interesante sugerida por Welwood es la de la tierra de los osarios como es concebida en el budismo tántrico y en algunas sociedad tracionales de Asia. Estos son los lugares donde se llevan los cuerpos de los muertos para que sean devorados por los buitres. Para algunos meditadores, este es el lugar ideal para practicar ya que tienen imágenes claras de los principios filosóficos que enarbolan, como la impermanencia. Todas las cosas están siendo consumidas por un fuego, enseñó Buda. La vida y la muerte están siempre en contacto, en una perenne transformación. Nuestras relaciones son en cierta forma este osario, esta tierra tremenda de transformación, de la muerte y la vida, la alegría y el sufrimiento... y siempre la impermanencia. Todos nuestros seres queridos morirán. La belleza que nos sedujo desaparecerá. Tendremos que quererlos en la enfermedad pero también dejarlos ir.

 

El provocador maestro budista Chogyal Trungpa Rinpoche (citado por Welwood) sugiere que es en este terreno donde la vida y la muerte ya no se ocultan (son funerales a cielo abierto, pero también alumbramientos de nueva vida) donde podemos enfrentar nuestros patrones neuróticos y aprender a liberar una mente compasiva. "Grandes áreas de nuestra vida están dedicadas a intentar evitar nuestras verdaderas experiencias. En esta tierra de osarios, es donde tenemos una gran oportunidad de explorar esa área que existe en nuestro ser que hemos intentado evitar. Esto puede ser muy macabro, pero también muy excitante".

 

Al final, es sólo en este terreno de muerte visible donde es posible dar a luz nueva vida, nuevos mundos, nuevas conciencias. Así que las relaciones que sacan a la superficie la suciedad, la pus, los traumas, los miedos, están al menos por un camino de posibilidad de transformación. En vez de reaccionar con inmediato rechazo a este tipo de relaciones que exigen que salgamos de la zona de confort, debemos de ser capaces de aceptarlas y entregarnos a ellas como quien hace minería profunda, bucea o recorre una cueva. 


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