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Consejos budistas para sobrevivir el tráfico sin estresarte

Junio 23, 2016

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Para una mente agitada, vivir en la ciudad con el ruido, el ajetreo y el tráfico es un riesgo permanente de perder la cordura, estresarse e incluso enfermarse. El budismo enseña que el sufrimiento, en gran medida, surge por la ignorancia que hace que reaccionemos con avidez o aversión ante las cosas. Esta situación se ve exacerbada en una ciudad donde nos encontramos diariamente con numerosas situaciones contingentes en las que es fácil reaccionar a un estímulo agradable o desagradable y al hacerlo perder el equilibrio y el estado natural relajado de nuestra mente. 

 

En general, un estado de reactividad o aquello que perturba la ecuanimidad es considerado como una muestra de ignorancia, fundamentalmente debido que la naturaleza de las cosas es que son impermanentes y que no tienen una realidad absoluta o una existencia inherente. Todo cambia, todo decae, todo muere, querer aferrarse a algo,  o a poseer este u otro objeto, es un tanto absurdo: el objeto ya no tardará en dejar de ser lo que era y finalmente desaparecerá. Es por ello que algunos maestros budistas incluso compararan el estado de iluminación con un espacio de no-reactividad, de dejar fluir las cosas sin intervenir o formar apegos.

 

El mundo es visto como un despliegue mágico, mayormente insustancial, como un sueño. Y, al igual que en un sueño, si nos tomamos todo demasiado en serio y nos dejamos arrastrar por las cosas que van sucediendo, el mundo se puede convertir en una pesadilla; en cambio, si aflojamos, la realidad se puede convertir en un hermoso y creativo paisaje para nuestro deleite contemplativo, de la misma forma que cuando estamos soñando y descubrimos que sólo es un sueño, entonces las cosas se vuelven más luminosas y ligeras y dejamos de sufrir por lo que creíamos era una realidad inexorable.

 

Con esto en mente, en vez de convertirse en una inescapable pesadilla, la ciudad puede convertirse en un importante escenario para la práctica de nuestra conciencia, de nuestra atención aquí y ahora, y del dominio de nuestra mente. Inevitablemente nos encontraremos con una situación que, desde la perspectiva de nuestra mente inquieta -lo que los budistas llaman el elefante salvaje o el mono que cambia de rama- será desafortunada, desagradable o simplemente frustrante. No hay manera de evitar esto en una gran ciudad con millones de automovilistas y con una infinita posibilidad de generar caos.

 

Es posible que tengamos una cita y una contingencia imprevisible evite que lleguemos a tiempo; es posible que hayamos tenido un mal día y todavía tengamos que cruzar la ciudad, en medio de todo el tráfico de la hora pico, para llegar a casa, con toda la energía de frustración colectiva, el ruido y la contaminación. Es posible incluso, que después de esto sólo deseemos descansar y nos encontremos con que el vecino ha hecho una fiesta o con que ha empezado una ruidosa construcción muy cerca de nuestra casa.

 

Para que todo esto no horade nuestra salud mental, es necesario que seamos capaces de dejar pasar estas posibilidades de tensión no identificándonos con ellas, no dejando que capturen nuestra atención. En otras palabras, nuestra mente tiene que ser tan ligera, que la ciudad y su "gran mancha urbana" se nos resbale y no logre asirse a nuestro espejo, pulido por nuestra capacidad de concentrarnos (lo que se conoce como samadhi).

 

Para lograr este dominio de la mente que no sucumbe a la veleta incontrolable de estímulos urbanos, el budismo enseña que es indispensable practicar la meditación. El budismo reconoce que los tiempos han cambiado y no se puede esperar que todas las personas puedan meditar en un monasterio, así que la meditación puede y debe practicarse en la vida cotidiana, caminando por la calle o manejando un auto.

 

Una buena forma de practicar la meditación es justamente poniendo atención a nuestra respiración mientras hacemos una actividad como caminar o conducir un auto, esto es especialmente útil -si bien un poco más difícil- cuando estamos en el tráfico y existe el riesgo de que entremos en un estado mental de estrés colectivo.

 

Simplemente observar la respiración nos llevará a una atención del presente, no estaremos divagando sobre el futuro -sobre la prisa que tenemos, sobre lo que ocurrirá si llegamos más tarde o sobre lo miserable que es vivir en una ciudad. Al estar atendiendo nuestra respiración en la claridad del presente es mucho más fácil sortear sin perder la calma cualquier situación desagradable que emerja.

 

Por ejemplo, un conductor agresivamente se mete en nuestro cajón vial o alguien nos insulta sin razón aparente dentro de la vorágine cotidiana de una urbe como la Ciudad de México, tenemos ahí la alternativa casi automatizada de reaccionar con una conducta igualmente agresiva, la cual podrá hacernos enojar y tener todo tipo de secuelas, incluso una pelea o algún tipo de violencia... o podemos simplemente dejar ir la situación. No reaccionar y ver cómo simplemente desaparece y podemos seguir con lo que estamos haciendo.

 

Otro consejo de orden filosófico-moral que el budismo brinda es desarrollar una mente de compasión. Marco Antonio Karam, fundador de la Casa Tibet de México, señala:

Debemos de tener en cuenta que todos los que comparten esta situación están movidos por nuestros mismos motores. Desean ser felices, dejar de sufrir. Todos piensan que tienen prioridad en su desplazamiento y que son los más importantes y en ese sentido podemos ver a otros con tolerancia y con compasión en lugar de hacerlo con intolerancia y agresión.

De manera relacionada, Dharmachari Upekshamati, director del Centro Budista de la Ciudad de México, indica lo siguiente:

Si recibes lo que consideras una agresión por parte de otro conductor, no debes tomarlo personal. Es sentido común. Vivimos en una de las ciudades más pobladas. Así que no hay un ataque frontal a ti, a tu integridad. Es parte de lo que es la vida moderna. Lo mejor es tratar de responder de una forma amable, comprensiva, creativa, sensible. 

Así tenemos las bases para una ética de la paz en la ciudad. 


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