A pesar de que sus beneficios se conocen desde hace cientos de años, fue hasta 1950 que a los suplementos y alimentos enriquecidos con probióticos se les permitió entrar al mercado. Desde entonces, muchas personas se han visto beneficiadas con su consumo, sin embargo, también han surgido mitos a su alrededor que pueden llegar a confundirnos, por ejemplo:

Mito 1: No todos los yoghurts contienen probióticos.

Falso. Casi todos los yoghurts que se comercializan en los supermercados contiene probióticos por los microorganismos con los que son fermentados. Existen algunas marcas que ofrecen líneas de yoghurt enriquecido con una cepa probiótica exclusiva a la cual se le pueden adjudicar beneficios como una mejor salud digestiva. El yoghurt puede ser incluido en tu alimentación de forma sencilla.

Mito 2: Todos los probióticos son iguales.

Esto es falso, los probióticos pueden ser hongos, bacterias y levaduras, cada tipo de microorganismos es distinto y pueden venir de una sola cepa o de varias diferentes, es decir, el mismo microorganismo pero con distintas propiedades, el beneficio que aporta determinado probiótico debe atribuirse al género, la cepa y la especie. Además, lo más importante no es qué tipo de probiótico se consuma sino que se haga en las cantidades adecuadas y de preferencia diariamente.

Mito 3: Los probióticos pueden sustituir a los antibióticos.

Este mito surgió a partir de que los tratamientos con antibióticos arrasan con la microbiota intestinal, por lo que es bueno consumir probióticos cuando nos sometemos a uno. Mucha gente cree que el probiótico actúa como un antibiótico cuando en realidad lo que hace es contrarrestar los efectos negativos que éste tiene sobre el organismo.

Mito 4: Consumir probióticos en exceso puede dañar la salud.

Hasta la fecha no se ha podido probar que un alto consumo de probióticos sea perjudicial para la salud. Al contrario, entre mayores sean la cantidad y la frecuencia de consumo, mayores parecen ser los beneficios.