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El sufrimiento es el motor del crecimiento: cómo usar el dolor a favor

Septiembre 26, 2017

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El dolor es parte inevitable del mundo caótico e impermanente en el que vivimos, donde los cuerpos envejecen, enferman y mueren. No podemos evitar sentir dolor, es parte de la fibra más íntima de la existencia -donde hay placer hay también, siempre, dolor-, pero sí podemos transformar cómo vivimos el dolor, incluso hasta el punto de utilizarlo para crecer de manera consciente y sostenida.

 

En realidad, siempre lo hemos hecho: es debido a que las cosas nos han dolido que nos motivamos y rectificamos para evitar repetir tropiezos. Si nunca enfermáramos, no cultivaríamos nuestro cuerpo; si nuestros actos negativos no tuvieran consecuencias dolorosas, no tendríamos cuidado, etcétera.

 

En el budismo se dice que el sufrimiento es el método didáctico por exelencia de Prajnaparamita, la divinidad de la sabiduría trascendente, la llamada "Madre de los Budas". Lo que enseña el sufrimiento es justamente a trascender el sufrimiento -a practicar, en el caso del budismo, el dharma-.

 

Sufrir es lo que nos hace practicar y superarnos, para tal vez algún día trascender el estado de la mente en el que nos encontramos, tan frágil al sufrimiento. Quizás siempre habrá dolor -y compasión por el sufrimiento de los demás-. Quizás podamos liberarnos de sufrir, de ser víctimas de las vicisitudes (esas sí incontrolables), pero debemos empezar a escuchar lo que nos duele, porque ahí yace una gran lección, un gran poder.

 

El escritor alemán Ernst Jünger entendió brillantemente el potencial de transformación del dolor:

El dolor es una de las llaves para desbloquear el bienestar más profundo del individuo y del mismo mundo. Cuando uno se acerca al punto en el que el ser humano se prueba a sí mismo ser superior o igual al dolor, uno gana acceso a las fuentes de su poder y a los secretos ocultos. Dime cómo te llevas con el dolor y te diré quién eres.

 

La anterior frase nos invita a buscar desafíos con los cuales podamos probar nuestra resistencia y así crecer -ir más allá de la comodidad cotidiana y el principio de buscar el placer e huir del dolor-, porque sólo así podremos desarrollar nuestro potencial interno. El maestro de artes marciales y especialista en ayurveda Craig Williams, escribe en su sitio:

La voz del dolor comúnmente transmite grandes enseñanzas y lecciones esotéricas si somos capaces de escucharla con el corazón, más allá de la mente egoísta -un tipo de cardiosonografía que puede guiar nuestras vidas de manera misteriosamente transformadora-. El respeto al dolor es tenido en alta estima dentro de las artes marciales y del tantra, dos visiones de mundo que intentan refinar y explorar el cuerpo físico como campo de transformación y manifestación de la autorrealización.

 

Una persona que practica un arte marcial estará familarizada con esta idea de respetar el dolor, pero no huir de él, sino utilizarlo incluso como un camino de autodescubrimiento. El ser humano no es consciente de su capacidad hasta que se pone a prueba. Para ponerse a prueba debe ser capaz de lidiar con el dolor, de no tenerle miedo.

 

Un practicante de artes marciales, según Bruce Lee, debe no sólo aniquilar a su oponente, sino sobre todo aniquilar todo lo que obstaculiza "la paz, la justicia y la humanidad"; para esto es necesario, primero, "destruir tus propios impulsos causados por el instinto de autopreservación. Destruir todo lo que obstaculiza tu mente, no para dañar a alguien, sino para sobreponerte a tu ambición, a tu enojo, a tu desatino... Los golpes y las patadas son herramientas para destruir el propio ego".

 

El caso del tantra hindú o budista es interesante, ya que estos sistemas tienen un sistema de no-dualidad en los que el dolor y el placer son vistos como sagrados, y por lo tanto se practica una ecuanimidad, una visión pura en la que todos los acontecimientos que ocurren son entendidos como sagrados, como parte de un proceso en el que todo tiene significado y propósito. En el sendero del autoconocimiento y autoliberación, el placer y el dolor son usados para eliminar la identificación con el ego o el yo al que se concibe como separado, sólido e independiente. 

 

Resulta vital, entonces, no aferrarse al dolor propio, sino solamente observarlo y escucharlo sin identificarse con él -es posible verlo como una sensación más que nos comunica algo importante que debemos saber sobre lo que nos está pasando, sobre cómo estamos actuando-.

 

Generalmente, cuando uno no se aferra al dolor -a una enfermedad o a una emoción negativa-, éste por cuenta propia cumple su término, fluye, por así decirlo, y poco después notamos que estamos bien. Quien vive intensamente vivirá mucho dolor, pero en este dolor habrá siempre crecimiento y sabiduría -será dolor, mas tendrá sentido-.


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