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Una gran novela para el Día de Muertos

Octubre 30, 2016

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El Día de los Muertos en México ha fascinado a los extranjeros. Algunos han visto un destello sublime del surrealismo en el color de los altares y en la imaginación de los objetos que los visten o, también, en el hecho de que los mexicanos se coman a la muerte en calaveritas de azúcar. Otros han sentido una mezcla de horror y atracción ante esta celebración que hace de la muerte algo tan presente; siendo que comúnmente la muerte se concibe como negación, en este día se afirma. 

 

Este festejo no sólo ha dejado asombro y fascinación, ha producido también una genial novela, considerada una de las mejores del siglo XX. "Bajo el volcán", la obra maestra de Malcolm Lowry, el expatriado británico que vivió algún tiempo en Cuernavaca, lugar donde sitúo su obra, justamente un 1 de noviembre. La historia narra la angustia existencial de un cónsul británico que naufraga en el alcohol, al cual su mujer lo ha dejado. Sin embargo, ella regresa ese día, un día que está entreverado con sus recuerdos y sus alucinaciones que rayan en el delirius tremens. Su estado mágico etílico se superpone al paisaje y a los acontecimientos de ese día: una feria, una corrida de toros, procesiones en las calles y las ubicuas cantinas. Se trata de la más profunda caída en un abismo. 

 

Los acontecimientos que vive el cónsul Geoffrey Firmin este día son parte de todo un proceso cósmico que culmina en el crepúsculo del Día de Muertos en Cuernavaca. Es la culminación del proceso de su destrucción, en el día de la muerte, en el infierno que se abre bajo el volcán, un mismo lugar que tiene el potencial de ser el paraíso.

 

Lowry describe insuperablemente esta borrachera existencial que parece ser tan propia del día de la muerte, donde se baila con el diablo y se invita a la parca a sentarse a la mesa:

 

Qué belleza puede compararse con la de una cantina en las primeras horas de la mañana... porque ni las mismas puertas del cielo que se abrieran de par en par para recibirme podrían llenarme de un gozo celestial tan complejo y desesperanzado como el que me produce la persiana de hierro que se enrolla con estruendo,  como el que me dan las puertas sin candado que giran en sus goznes para admitir a aquellos cuyas almas se estremecen con las bebidas que llevan con mano trémula hasta sus labios. Todos los misterios, todas las esperanzas, todos los desengaños, sí, todos los desastres existen aquí detrás de estas puertas que se mecen.

 

La prosa de Lowry ha sido celebrada, y la traducción de Raul Ortiz ha ganado premios. En esas páginas está el infierno delirante del alcohol, pero también toda la belleza de la desesperanza, toda la inteligencia del hombre que vive su vida con conciencia trágica. Una de las grandes obras de la literatura en las que se capta toda la violencia y la belleza de México; aunque desde la mirada del exotismo, no por ello sin gran lucidez. 

 

 


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