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Compasión a mí mismo como práctica de salud

Noviembre 10, 2017

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En los tiempos tan rápidos que vivimos y la vida tan enfocada en los resultados que obtenemos, es fácil olvidarnos de nosotros mismos y de lo realmente importante. Qué ironía, ¿no? Trabajar y vivir cumpliendo metas para después no poder disfrutarlas. Pareciera que la vida nos pide un marcador de logros, sin importar el marcador interno: el de la salud, el de la plenitud.

 

Pero, ¿cómo se contabiliza la plenitud? ¿Cuál es el sistema operativo de un marcador que no avanza? Con todo el dolor de mi corazón, no tengo la respuesta de cómo lograr contabilizarlo, pero quizá te puedo apoyar a internamente experimentar los resultados que importan: sentir tranquilidad, estabilidad, conexión a tus logros, satisfacción.

 

¿Qué si te dijera que todo comienza por el cómo me hablo y me trato a mí mismo? Sí, hay muchos factores externos que nos pueden hacer sentir mal sobre nuestros resultados, pero nunca tanto como los internos. Aprender a hablarme bien, a ser compasivo conmigo mismo y con los que me rodean es una de las prácticas más importantes para vivir una vida plena. Si constantemente me hablo mal, me insulto o me reprocho cada caída, termino no sólo creando más de lo mismo, sino que también la gente a mi alrededor siente el permiso de hacerlo.

 

La compasión es una palabra o manera de ser que no nos enseñan como parte de nuestros modales básicos cuando niños, sobre todo cuando se trata de ser compasivo con nosotros mismos. En este mundo tan competitivo, creo que sería valioso que lo enseñáramos, así como nos enseñaron a saludar a la gente de beso o a bajar los codos de la mesa al comer.

 

Pero, ¿cómo se practica? Pasito a pasito.

–Primero que nada, nutriéndote de muchas conversaciones lindas de ti, de tal manera que cuando llegan las malas tengas suficiente evidencia de lo bueno en tu mente como para que no pegue tan duro el golpe.

 

–Después, cachando la conversación dura. Si te notas flagelándote, para, respira y piensa en todo lo que sí hiciste bien. Para de nuevo, respira y nota todo lo que sí eres. Para, respira y nota tu cuerpo, el lugar donde estás, conéctate a algo que te saque de tu cabeza. Para, respira y reconócete, porque haya pasado lo que haya pasado, siempre el poder de cómo reaccionar al resultado está en nosotros.

 

–Para, respira, para y respira las veces necesarias. Aunque no lo creas, puedes crear nuevas redes neuronales que te hagan sentir bien. Así como hablarte feo es una práctica muy repetida, ¡lo puede ser hablarte bien! ¡La práctica hace al maestro SIEMPRE!

 

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La autora de este texto es Marta Rosas, quien tiene 10 años de experiencia en la industria del coaching y ha explorado la manera de romper esquemas con una nueva metodología que integra el mindset coaching con la filosofía budista del “WHY”. Puedes saber más de ella en su Facebook y en The Why Element.


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