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Lecciones espirituales que deberíamos aprender de nuestras mascotas

Noviembre 03, 2016

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Desde hace miles de años, las personas se han hecho acompañar por animales domésticos y han compartido el techo y la vida con ellos. Durante mucho tiempo se creyó que los animales de compañía traían suerte y por eso se les llamó mascotas, del francés 'mascotte' que significa amuleto o talismán. Las personas creían que sus mascotas los protegían contra las malas energías y les ayudaban durante los trances difíciles. A pesar de ser una mera superstición, lo cierto es que, si sabemos prestar atención, veremos que los animales nos dan lecciones constantemente, por lo que incluso es posible considerarlos como verdaderos maestros espirituales. Estas son tres cosas que deberíamos aprender de nuestras mascotas para nuestro crecimiento espiritual.

 

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1. Las mascotas no conocen el rencor

No importa cuánto te enojes con tu mascota, ella nunca dejará de amarte incondicionalmente ni se enojará contigo de vuelta. Siempre que la busques estará dispuesta a jugar y acompañarte. Nadie entiende el concepto de incondicionalidad como una mascota, y eso es algo que sin duda deberíamos aprender de ellas.

 

2. Son los seres más perseverantes 

Si tu perro quiere jugar contigo o alcanzar el bote de las galletas, o tu gato necesita un poco de caricias, ten por seguro que tarde o temprano lo conseguirán. Las mascotas no se rinden y no se dejan amedrentar por los obstáculos. Si desean algo —y ese algo casi siempre está relacionado con tu atención— encuentran la forma de conseguirlo. ¡Aprendamos eso!

 

3. Nos enseñan a ser pacientes

Amar a una mascota significa desarrollar la capacidad de la paciencia; limpiarlos, entrenarlos y cuidar de ellos día con día son verdaderas pruebas de caracter. Una mascota te prepara emocionalmente para amar y ser amado mejor que nada en el mundo. No sólo aprendes a cuidar y a esperar, sino a ser compasivo y a esforzarte por ser comprendido y comprender al otro.

 

No cabe duda de que si todas las personas nos esforzáramos un poco por ser tan buenos y generosos como nuestras mascotas creen que somos, el mundo sería muy distinto. ¿Por qué no intentarlo?

 

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