La Tierra está viva, cambia, evoluciona, se deteriora y se regenera. Los fenómenos naturales que, debido a sus consecuencias para la vida humana, hoy conocemos como desastres (huracanes, tornados, erupciones volcánicas, inundaciones, terremotos, etc.), siempre han estado presentes. De hecho, durante sus primeros millones de años, nuestro planeta estuvo cubierto de lava hirviente, para después pasar por periodos en los que se cubrió de hielo.

Pero, si bien es cierto que los desastres naturales no son nada nuevo, durante el poco tiempo que los humanos hemos poblado la Tierra la hemos mofificado mucho más que cualquier fenómeno que haya ocurrido desde hace un millón de años, lo que ha ocasionado que la frecuencia y la intensidad de los desastres de la naturaleza también se modifiquen. La Tierra está respondiendo a las acciones del hombre. Por ejemplo, las inundaciones, sequías y huracanes son consecuencia directa del cambio climático, ocasionado directamente por los gases pesados que nuestras fábricas y medios de transporte lanzan a la atmósfera.

La crisis natural que estamos viviendo en la actualidad, donde hay miles de personas damnificadas debido a los desastres y cientos de especies y áreas naturales en peligro de desaparecer, es un llamado a despertar, a tomar conciencia de nuestro entorno. Debemos revalorar las cosas a las que les damos importancia, como la producción y el consumo, y comenzar a valorar lo verdaderamente valioso: la vida, el agua, el medio ambiente. 

El mensaje de la Tierra es claro: no resistirá mucho más. Está en nuestras manos hacer algo al respecto. Abrir los ojos a la verdad más allá de las apariencias y las riquezas, convertirnos en portadores del cambio que la Tierra nos está pidiendo a gritos, para salvarse, para salvarnos.