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Cómo el sismo puede acabar transformando positivamente a la sociedad

Septiembre 25, 2017

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El desastroso sismo de 1985 que sacudió a México, aunque una enorme tragedia, tuvo una consecuencia positiva: la conformación de la llamada sociedad civil, que permitió una transición hacia la democracia y una movimiento de oposición, el cual, aunque se ha quedado corto, ha sido ciertamente una evolución en el estatus político del país En la ola de la solidaridad que se generó espontáneamente en el sismo del 85 surgieron organizaciones y líderes que, al menos por cierto periodo, sirvieron como contrapeso al partido dominante. Asimismo, esto mostró a los ciudadanos que tenían un poder latente. Esto mismo, a la luz de la ayuda masiva de la sociedad que estamos presenciando en la actualidad, podría suceder en el 2017 e incluso llevar este proceso a un nivel superior.

 

Es importante recordar lo sucedido hace 32 años. El New York Times describió lo que ocurrió en un artículo de 1995:

En las confusas semanas cuando el gobierno que había estado en el poder durante mucho tiempo probó ser incapaz de gobernar, las personas decidieron tomar control de sus propios destinos. Amas de casa y escritores organizaron a vecinos para buscar víctimas y montar albergues. Luego esos mismos grupos exigieron al gobierno, confrontando a oficiales con demandas para los damnificados, o se opusieron a proyectos que dañaban el medio ambiente. De estos comienzos, un movimiento de oposición creció y casi gana la elección presidencial, mostrando que se podía vencer al PRI...

 

Carlos Monsiváis narró así el nacimiento de la sociedad civil:

No ha sido únicamente, aunque por el momento todo se condense en esta palabra, un acto de solidaridad. La hazaña absolutamente consciente y decidida de un sector importante de la población que con su impulso desea restaurar armonía y principios vitales, es, moralmente, un hecho más vasto y significativo. La sociedad civil existe como gran necesidad latente en quienes desconocen incluso el término, y su primera y más insistente demanda es la redistribución de poderes.

 

Diferentes cronistas hacen referencia a cómo, a diferencia de la pasividad que la caracterizaba, la sociedad mexicana respondió con una inusitada actividad, una pasión y una energía que permitieron formar movimientos de protesta. Sin emabrgo, otros historiadores notan cómo este esfuerzo no logró trascender y no tuvo tantos resultados por falta de organización y sobre todo porque su brío se fue diluyendo con el tiempo, al no tener los mismos estímulos para actuar. El investigador del COLMEX Manuel Gil Antón diagnóstica actualmente que: "Somos un país con una capacidad muy rápida para la acción y la protesta, pero nos cuesta mantenerla para que los procesos colectivos duren en el tiempo".

 

Cuando el ser humano presencia un estado de crisis y atestigua directamente el sufrimiento y la tragedia (suya o de personas cercanas), esto genera naturalmente una urgencia y una respuesta empática. Es indudable que existe una bondad inherente, una naturaleza que se conmueve ante el sufrimiento: somos por naturaleza compasivos (como muestran estudios con bebés). El sufrimiento, aunque siempre indeseable, es lo que nos lleva a crecer (en el budismo se dice que el sufrimiento es el método de Prajnaparamita, la deidad de la sabiduría). El reto está en sostener esta solidaridad, este volcarse en beneficio de los demás, cuando ese estímulo baja de intensidad, cuando no accedemos a escenas tan darmáticas. Entonces es necesario establecer razones para actuar, es decir, un proceso racional que recuerde que somos siempre vulnerables a un evento similar o que millones de personas están sufriendo enormemente en este momento; hacer algo de manera sostenida no sólo es importante, sino que es la mejor manera de actuar para asegurar el futuro. Aunque el heroísmo y la euforia del momento son encombiables (y en muchos casos necesarios), es más inteligente hacer algo siempre de manera moderada, con planificación y consistencia, ya que sólo así se logran cambios estructurales que pueden realmente mejorar las condiciones generales y prevenir eventos desastrosos. No sólo salvar algunas vidas dentro de los escombros -lo cual es ciertamente heroico- sino mejorar la calidad de millones de vidas. Esto es el reto que enfrenta el mexicano y para lo cual será necesario un compromiso social sostenido en su esfuerzo y sustentable en su planeación.


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