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¿Eres lobo o perro? Depende cuánto gastes en comer

Agosto 23, 2016

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7 minutos de lectura

Se supone que si quisieras tener más dinero, deberías levantarte más temprano. Para prepararte la comida, y así no salir a comer a un restaurante en donde vas a gastar un montón.

 

Imagínate, que te levantaras 20 minutos más temprano y en lugar de salir corriendo de tu casa, te prepararas lo que vas a comer a mediodía. Preparando la comida en la casa, gastarías, pon tú, 50 pesos en tu platillo, tomando en cuenta lo que te cuesta, más el gas, en lugar de ir a una fonda, en donde te cobrarían 150 pesos, o en un restaurante tipo Le Pain Quotidien, donde te avientas 250 o 300 pesos o, voy a decir algo absurdo, en el Morton’s, en el que estarías gastando unos 500 pesos.

 

Esos 20 minutos más de sueño te cuestan 100 pesos (si vas a la fonda), 200 o 250 si vas a Le Pain Quotidien o 450 en el Morton’s.

 

Pero, aquí te va por qué es absurdo comparar el Morton’s y otros lugares por el estilo, con lo que te cuesta prepararte la comida en casa.

 

¿Qué tal que necesites comer en el Morton’s? ¿Te imaginas qué harías si fueras un senador o un director de una empresa? ¿Qué te conviene más? ¿Sacar tu tupper para comer en tu escritorio porque hoy le vas a meter 200 pesos más a tu cuenta de ahorros para cuando te retires? O ¿comer con alguien que a la mejor te apoya en algún proyecto político o se convierte en tu cliente o te pone en contacto con alguien que deberías conocer?

 

¿Quién necesita comer en un súper restaurante? A la mejor lo necesitas más de lo que crees. Porque la hora de la comida es el mejor momento para cultivar las relaciones con otras personas. Your network is your net worth, dice Keith Ferrazzi en su libro Never Eat Alone, que ya te imaginarás que te recomienda que comas con más gente para tener más relaciones.

 

¿Tendrías que ir al Morton’s? Pues si estás en lo más alto de la cadena alimenticia, ahí tienes que ir. O sea que, en términos de la selva, al Morton’s van a comer los leones, los lobos y los tigres de la humanidad. Pero, ¿tú eres un lobo? ¿o deberías ser como un perrito que come, muy contento, en su esquina, acompañado de su persona favorita a.k.a su dueño?

 

Está padre ser un lobo, porque los lobos tienen un tamaño impresionante, un pelo increíble que los hace ver todavía más grandes y a la hora de comer son mucho más dignos que muchos perritos, que ahí están, con sus pelitos con shampoo, viendo qué se les cae de la mesa a los amos. O está padre ser uno de esos que comen en el Morton’s, porque sus trajes son de lana virgen y están cortados a la medida y sus coches tienen más caballos de fuerza que carroza de Cenicienta.

 

Sí, los lobos son unos fregones, pero como especie son más ineficientes. O los que van al Morton’s, a la mejor son muy poderosos, pero necesitan todo un ecosistema para sobrevivir.

 

Es obvio que si se van a enfrentar un lobo y un perro adultos, el lobo lleva las de ganar. O hasta un lobo y un ser humano, armados cada quien con sus colmillos y sus patas. Como especie, es muy diferente. Los biólogos tienen una fórmula, bien fácil, para medir las posibilidades de sobrevivir de cualquier animal. Dicen que hay que comparar cuántas calorías consumen en la comida con cuántas calorías les tomó conseguir esa comida y sobrevivir hasta la hora de comer.

 

Para decidir si a ti te conviene comer como un lobo, en lo más alto de la cadena alimenticia, o como un perro, esperando tus croquetas, digo, tu quincena, tienes que comparar dos cosas:

 

– cuánto vas a gastar en esa comida con alguien

– cuánto dinero vas a conseguir gracias a que comiste con alguien.

 

Claro, no vas a recuperar tu dinero en ese momento, ni siquiera esa misma tarde o ese mismo mes. Pero conocer más gente te va a dar más oportunidades de hacer negocio.

 

¿Listo para los números? Haciendo cuentas muy rápidas, algunos biólogos calculan que un cachorro de lobo necesita comer 2,500 calorías diarias para crecer sano y llegar a adulto, a los dos años de edad. Eso significa que necesita consumir 1.8 millones de calorías antes de ser capaz de cazar su propia comida. En cambio, un perro de un basurero de la ciudad de México necesita consumir 1,000 calorías. Y está listo para conseguir su propia comida, hurgando entre las bolsas de basura, ¡a los 70 días de nacido! O sea que para valerse por sí mismo, sólo necesita 70,000 calorías. Y cada caloría que come un perro es más barata que la que come un lobo, porque no tiene que gastar energía en correr atrás de las presas y sólo tiene que esperar a que llegue el camión de la basura a tirar nutritiva comida.

 

Hay entonces dos caminos. O te vuelves un lobo, y vas construyendo todo un ecosistema alrededor de ti, para poder comer, cuando menos una vez a la semana, en un elegante restaurante junto con alguien más, o te vuelves un perrito domesticado, comiendo siempre en el mismo plato.

 

Si te vas a poner como Scrooge, a contar cuánto gastas en las comidas, no vas a llegar a ser tan rico como Scrooge, el amargado del Cuento de Navidad. Por lo visto, si calculas con báscula cuánto te cuesta la comida, si comes en tu escritorio sin conocer a más gente, si llevas tu tupper y lo que dejas de gastar en el restaurante lo metes en una alcancía, no vas a multiplicar tu ingreso, porque vas a seguir, siempre, ganando lo mismo. Si bien te va, porque puede ser que te vuelvas invisible, y ese es uno de los peores golpes para tu carrera.

 

Saca las cuentas: ¿cuánto vas a gastar en esa comida y cuánto dinero vas a obtener después? O ¿cuánto estás sacrificando por comer solo?

 

Claro que aquí hay algunas trampas. La mayoría de los lobos que ves en esos restaurantes de lujo jamás pagan las comidas de su bolsa. Muchos pagan con el dinero de la empresa o de los contribuyentes, o de los dos. Ya te había dicho, necesitan un enorme ecosistema para poder sobrevivir así como están.

 

Pero, ¿qué tal que llegues a un buen punto medio? Que comas con gente en bonitos restaurantes, algunos días, porque solo si comes con alguien más vas a aumentar tus oportunidades de tener más trabajo y ventas, y que otros días tengas una comida más modesta. Así vas a ser un perro con algo de lobo. Y a la mejor te pasa como a Buck, el de El llamado de la selva, de Jack London que “sobrevivía triunfante en un entorno hostil en el que únicamente lo hacían los fuertes… Su astucia era la del lobo, una astucia salvaje; su inteligencia, la inteligencia del pastor escocés y el san bernardo; y esta conjunción, añadida a la experiencia adquirida en la más feroz de las escuelas, lo convertían en una criatura tan formidable como las que habitaban la selva”.

 


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