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Consejos para sobrellevar una crisis de ansiedad sin medicamentos

Diciembre 03, 2017

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El cuerpo de cada persona es diferente al de los demás y todos podemos experimentar crisis de ansiedad o angustia de maneras bastante diferentes. Sin embargo, existen algunas generalidades fisiológicas que pueden presentarse durante los episodios y que, conociéndolas y haciéndoles frente, se pueden combatir. Durante una crisis de ansiedad algunos de nuestros sentidos se vuelven hipersensibles, sobre todo la percepción del espacio, la temperatura, el ruido o el silencio y la compañía o la soledad.

 

Generalmente un episodio tiene que ver mucho con el espacio en el que se encuentra tu cuerpo y cómo lo percibe. La percepción espacial cambia durante una crisis de ansiedad y existen dos opciones: sentirnos encerrados dentro de nosotros mismos o sentirnos flotando en una deriva infinita. En estos casos, donde el espacio juega un papel importante y nos sobreestimula, conviene hacer el ejercicio mental de imaginarnos en el lugar opuesto al que estamos padeciendo, por ejemplo: si nos sentimos sofocados por las paredes e incluso por el propio cuerpo, podemos pensarnos como lo que realmente somos, seres libres transcurriendo el espacio en un mundo tan grande y vasto que jamás llegaremos a conocer completamente, lleno de aire fresco y mares enormes que seguirán ahí incluso cuando ya no estemos; sentir la libertad del movimiento, del poder decidir en dónde estar y en qué momento; imaginar que hay más oxígeno allá afuera que el que podamos necesitar y que el mundo y sus amplios paisajes están ahí para nosotros. Si, por el contrario, nos sentimos perdidos en una deriva inabarcable, extraviados y carentes de certezas firmes, podemos imaginar la realidad concreta de que somos nuestro cuerpo, que es lo que en verdad nos pertenece, donde se concentra nuestro núcleo vital cálidamente; saber que gracias a nuestro cuerpo y sus fronteras podemos experimentar el mundo y agradecer los estímulos de todo tipo e intensidad; que el tacto tibio de nuestra piel es una realidad y que nada nos sucederá si estamos bien con ella y no vamos a salir volando del mundo mientras tengamos conciencia de ello. Ambos ejercicios de visualización pueden acompañarse de respiraciones profundas y pausadas, porque uno de los ejercicios para enfocarnos en nuestro cuerpo, es tener conciencia de la respiración. La clave está en contener cinco segundos el aire en cada una de ellas, mojándonos con agua fría las sienes si estamos hipersensibles al calor o abrigándonos y frotándonos los pies (que es de lo primero que se enfría) si lo que nos aqueja es el frío. Regular la temperatura del cuerpo también es fundamental para tratar una crisis porque en esencia se trata de una desestabilización.

 

Igualmente, la sensibilidad al sonido cambia, por eso, si lo que nos afecta es el ruido, lo más conveniente será buscar el espacio más silencioso que tengamos cerca o, en su defecto, taparnos durante algunos minutos los oídos y cerrar los ojos mientras seguimos haciendo el ejercicio de concientizar la respiración. Si, por el contrario el silencio se está volviendo insoportable, quizá podamos usar algo de música como distractor, o incluso encender cualquier televisión o radio para sentir la presencia de algo que rompa ese silencio. En este caso, podemos intentar volver nuestras respiraciones más rítmicas y veloces para despertar de la bruma a la que nos somete el silencio excesivo. Aunada a estos estímulos, está la posibilidad de desear la soledad o la compañía, así que si lo que buscamos es sentirnos acompañados pero estamos solos, no hay que descartar la idea de poder hacer una llamada a quien sea de nuestra confianza para contarle lo que estamos viviendo, esa persona nos entenderá. Y si lo que el cuerpo necesita es de la soledad, conviene buscar un espacio íntimo y alejado de las personas pero que, indudablemente, no ponga en riesgo nuestra seguridad. Es muy importante que no salgamos corriendo del lugar donde estemos a menos que sea a un patio o zona segura; de igual modo lo mejor será evitar la calle y lugares con los que no estemos familiarizados. Y claro está, siempre teniendo en mente el control de nuestras respiraciones como un eje.

 

Durante una crisis ayuda muchísimo pensar en los amigos y la familia que está ahí para apoyarnos. Hablar con ellos de este tema es fundamental para que también tengan herramientas de ayuda. Una crisis de ansiedad puede sentirse muy terrible, pero algo que es invariablemente cierto y que no hay que olvidar es que, durante ella, nada malo va a sucedernos. Es un episodio pasajero de algunos minutos y las claves para controlarlo no están lejos, sino dentro de nosotros.


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