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Testimonio de mi primer mes sin alcohol en 10 años

Mayo 18, 2017

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4 minutos de lectura

Tengo 26 años. Los cumplí el mes de abril, y por primera vez desde que tengo 16 años pasé ese día tan especial en sobriedad, pues, ni modo, la fecha coincidió con el mes en que me propuse dejar de tomar alcohol.

 

La decisión nació a partir de una necesidad física. Aunque ya llevaba varios meses pensando que debía tomar menos porque estaba cansada de las mismas dinámicas, fue hasta que me enfermé del estómago y tuve que tomar un tratamiento de 3 semanas donde quedaba prohibido el alcohol que me animé a hacerlo. (Bueno, me “animé”; en realidad necesitaba esa obligación para lograr lo que ya deseaba).

 

Quiero contar mi experiencia en espera de poder ayudar a las personas que quieren reducir su consumo de alcohol o dejarlo de forma permanente. Los motivos siempre son personales, pero creo que reducir el consumo de alcohol puede mejorar la salud física y mental.

 

Nota relacionada: Efectos del alcohol en el sistema nervioso y el cerebro

 

Primera semana

Cuando supe que durante 3 semanas no podría tomar alcohol, entré un poco en pánico. Pensé en que no sabría cómo ocupar mi tiempo los fines de semana y que mis amigos no querrían verme si no era para tomar, como solíamos hacerlo siempre. Sin embargo, había otra parte de mi pensamiento que estaba ilusionada por el futuro. Si me sobraría tanto tiempo como creía, podría hacer muchas cosas nuevas. Por ejemplo, entrar a esa clase de alemán que tanto he querido o leer los libros que tengo pendientes. También me emocionaba saber que tendría más energía y que mi cuerpo se sentiría mejor. Pensando en las nuevas posibilidades fue que pasé los primeros días de este reto personal.

 

Segunda semana

Cruzado el umbral del primer fin de semana sin beber descubrí que no era tan grave como pensé. Terminé por hacer planes bastante entretenidos como ir a cenar, al cine y hasta a caminar por ahí, así nada más. El cambio en la rutina fue sutil, pero redujo significativamente mi prisa por realizar todos los planes pendientes en un día.

 

Tercera semana

Con el paso de los días empecé a sentirme mucho más cómoda diciendo “No, gracias” a las ofertas que recibía de alcohol, y de hecho, comencé a percibirme mucho más tranquila en general. La ansiedad que sentía casi todo el tiempo (y que atribuía a “la cruda”) se esfumó y mi cuerpo y mente estaban en paz. Esto tiene sentido si pensamos en todos los shows que evité al dejar de estar borracha en cualquier lugar, sumado a la pureza física que genera el dejar de tomar.

 

Cuarta semana

Puede parecer un poco exagerado, pero es verdad. A la cuarta semana sin beber empecé a tomar decisiones mucho más saludables que las que había tomado durante mucho tiempo. Incluso pude terminar una relación que me hacía daño y me inscribí en algunos cursos que estaba buscando. Los resultados fueron todos positivos y aparecieron poco a poco en mi vida.

 

Otras consideraciones

El ejercicio se convirtió en un gran aliado durante este mes sin alcohol pues sentir que cuidaba mi cuerpo me ayudó mucho al momento de rechazar algo que deseaba por costumbre. De igual forma, una alimentación saludable me ayudó a llenarme de energía y deseo de seguir adelante.

 

Tal como se rumoraba, mis amistades cambiaron un poco al dejar de tomar, pero no fueron pérdidas trágicas pues pronto conocí a gente con quien hago actividades divertidas y saludables (así es, no son conceptos contrarios como pensaba).

 

Por si tenías curiosidad, me acostumbré tan pronto a dejar de beber que no lo he vuelto a hacer, y no me siento obligada ni nerviosa, como me sentí al principio de este reto. Al contrario, sé que algún día podré disfrutar de una bebida casual sin necesidad de engancharme y que sabré controlar mejor mis emociones al momento de hacerlo; pero por ahora, quiero experimentar un poco más el camino de la sobriedad.

 

Ilustración de ineslongevial


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