La obesidad está considerada por la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad metabólica que está alcanzando niveles pandémicos, es decir, en varios países se ha convertido en un problema de salud pública.

El principal peligro de la obesidad es que está asociada a otros padecimientos graves como la diabetes y la hipertensión. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que las causas de la obesidad no es únicamente resultado de la contribución genética, los malos hábitos alimenticios y la falta de actividad física, todos ellos son elementos determinantes pero no los únicos que ocasionan este padecimiento, ya que se ha comprobado que el equilibrio de la microbiota es un factor ambiental que impacta directamente sobre el peso y el estado de salud de las personas.

Este impacto está relacionado con la forma en que la microbiota modula la absorción de ciertos nutrimentos, la secreción de sustancias que ayudan a la digestión y la salud de las paredes intestinales. Se ha comprobado que las personas que padecen obesidad presentan microbiotas muy distintas a las de las personas que mantienen pesos saludables. Además, la microbiota podría determinar la tendencia a almacenar el exceso de energía.

Estudios, que hasta la fecha sólo han sido realizados en ratones, demuestran que los individuos con una microbiota deficiente o desequilibrada necesitan en promedio de un 15 a un 20% extra de alimentos en comparación con individuos con microbiotas equilibradas, lo que a largo plazo genera aumento de peso. 

Todo lo anterior ha llevado a los científicos a creer que la obesidad puede prevenirse si se aprende a mantener el equilibrio de la microbiota.