La resaca o cruda es parte inevitable de la embriaguez; de hecho, es una forma que tiene el cuerpo de compensar y defenderse de los excesos. Para algunas personas, sin embargo, las crudas son el infierno. 

Sin duda, un experto en este sentido fue el escritor William Faulkner, amante del whisky y uno de los autores más influyentes del siglo XX, especialmente entre los autores del boom latinoamericano como García Marquez.  Faulkner habla desde la perspectiva de un hombre que tiene una pasión:

Creo que cualquiera, un pintor, un músico, un escritor, trabaja en una especie de furia demente. Está movido por un demonio interno. Puede sentirse pésimo en la mañana, con una gran resaca -con fuerte dolor- y si se pone a trabajar, lo primero que descubre es que ya no se acuerda del dolor, de la resaca -está demasiado ocupado.

Así entonces podemos decir que el trabajo es la cura para la cruda. Pero no cualquier trabajo, sino un trabajo que nos apasiona, que nos mueve y cautiva nuestra atención. Cuando la mente logra concentrarse de manera calmada pero alerta en algo, lo demás por sí solo se empieza a desvanecer. Lo fundamental es poder encontrar algo que cautive nuestra atención y creatividad y luego simplemente dedicarle nuestro tiempo con corazón. El arte o el trabajo se convierten en meditación y en medicina. 

En realidad, esto es el gran remedio para la vida, ya que todas las otras cosas no están en nuestro control: una pareja, dinero, éxito y demás; lo que sí podemos controlar es nuestra dedicación y amor hacia una disciplina creativa o profesional que nos realiza.