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Cómo se forma el karma y dónde se guarda

Septiembre 28, 2016

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La palabra sánscrita" karma" significa acción, pero a lo largo del tiempo --el sánscrito tiene cerca de 3000 años hablándose-- ha llegado a significar otras cosas, sobre todo, las consecuencias que tienen las acciones y la manera en la que se presentan en nuestras vidas. Todas las religiones que nacieron en la India --tierra fértil de religiones si la hay-- consideran que vivimos en un universo regido por la ley de la causa y el efecto y por lo tanto el karma es un concepto clave para entender el presente y buscar la liberación (liberarse de las causas y condiciones del sufrimiento). Una famosa frase dice que si quieres saber lo que has hecho antes, observa el estado de tu cuerpo ahora y si quieres saber cómo serás después, observa tu mente en este momento. 

 

Entre la pléyade de religiones originadas en la India, quizás sea el budismo la que más ha reflexionado e incluso sistematizado una teoría del karma. Decíamos que el karma no sólo es la acción, sino sus efectos; el budismo enseña, sin embargo, que para que las acciones inscriban efectos en el individuo --que tarde o temprano maduraran como semillas que llegan a su fruición-- es necesario que exista un componente intencional o volitivo en la acción. Si el karma es lo que nos sujeta a este mundo, es el deseo el que alimenta a ese karma. En el Cetana Sutta, el Buda explica:

 

Oh monjes, lo que uno intenta, lo que uno planea, y hacia lo que uno tenga tendencia: eso se convierte en la base del mantenimiento de la conciencia. Cuando hay una base hay un soporte para establecer la conciencia. Cuando la conciencia se establece y ha llegado a crecer, hay una producción de existencia futura renovada. Cuando hay una producción de existencia futura renovada, el nacimiento futuro, el envejecimiento y la muerte, la pena, el lamento, el dolor, el displacer y la desesperanza llegan a ser. Tal es el origen de toda esta masa de sufrimiento.

 

La intencionalidad se cristaliza, por decirlo de alguna forma, en nuestra conciencia. La conciencia es lo que permanece después de la muerte, según el budismo, y entonces es también el depósito del karma y de ella misma, como explica el Buda, se forma el cuerpo (el cuerpo que es finalmente sólo espacio mental congelado por la habituación). La tradición nos dice que el Buda comprobó esto, más allá de que fuera conocido por las diversas religiones de la India en su tiempo, investigando en su propio cuerpo y mente, con una ciencia interna. Los deseos, intenciones y voliciones que se producen ante los objetos de los sentidos se somatizan y forman sankharas o compuestos. Los compuestos son por definición sustancias impuras, equivalentes corpóreos a los karmas que deben purificarse para liberarse y por lo tanto son una especie de esencia samsárica. Paradójicamente no tienen una existencia inherente, existen solamente en relación a una mente dualista e impura

 

Para ampliar esta visión del karma, veamos como lo entiende el maestro de meditación budista Reginald Ray, alumno de Chogyam Trungpa, desde una perspectiva profundamente enraizada en la corporalidad. 

 

Ray señala en su libro Touching Enlightment: "Los asuntos inconclusos creados por el karma de las causas se manifiestan en los procesos incompletos de mente-cuerpo... que resultan en patrones de tensión. Cuando algo ocurre en nuestra mente, tendemos a sólo aceptar una pequeña parte de la experiencia total de manera consciente y bloqueamos el resto, así que ésta parte permanece atrapada en el cuerpo en la forma de sentimientos, emociones, intuiciones y sensaciones no reconocidas." Así tenemos que el karma, de hecho, es toda la profundidad inconsciente que no sólo es nuestra mente sino también la memoria del cuerpo. Ray sugiere que nuestro cuerpo es la cristalización de eones de acciones sostenidas por un continuum mental:

 

Esto incluye todo el karma irresuelto de todas las vidas de una persona, remontándose hasta un pasado ilimitado, que no puede ser sondeado en la situación inmediata, ya que reside debajo de la superficie, en el inconsciente universal (alaya) en la forma de trazos mentales y tendencias que surgirán en algún momento... 

 

Podemos pensar en nuestro cuerpo como el resultado puntual --casi una escultura dinámica-- de todo el karma que hemos creado anteriormente, el cual se almacena en lo que se conoce como alaya vijnana, la conciencia del substrato. E igualmente nuestra situación básica --el lugar donde nacimos, nuestros padres, las circunstancias favorables o poco propicias en las que crecimos, etcétera-- pueden entenderse como el resultado de nuestras acciones e intenciones en el pasado. En tibetano existe un término para referirse al karma residual leh tro, con este término se explica la maduración de nuestras aspiraciones, aquello que realmente queremos. Un ejemplo, una persona puede meditar y superficialmente decir que quiere ser un Buda pero su aspiración profunda puede ser tener una gran fortuna, un palacio, etcétera. El leh tro, haría que en su vida posterior o en alguna subsecuente, la persona cosechara esta aspiración de riqueza. Es por eso que se dice que es importante tener cuidado de lo que se desea y mantener aspiraciones puras. Señala Ray:

 

En cierto sentido, toda la vida se trata de lidiar con el karma que se desdobla, creando nuevas semillas kármicas y posiblemente resolviendo las viejas.

 

Esta perspectiva budista centrada en el cuerpo mantiene que si estamos completamente presentes, lo cual significa estar estrechamente integrados con nuestro cuerpo, no generaremos karma, posiblemente porque el karma surge como producto de la volición mental que se concibe como una entidad separada de los diferentes cuerpos. Nuestro cuerpo se presenta simplemente como un espacio abierto y poroso en el cual el universo mismo se interpenetra y se experimenta como pura sabiduría sin asidero ni reificación. "Creamos karma al nunca relacionarnos plenamente con las cosas que experimentamos o hacemos", dice Ray. Si estamos totalmente presentes y no añadimos el esmalte o fijador del pensamiento discursivo, las cosas sólo suceden: surgen y desaparecen, fluyendo sin dejar huella como un ave en el cielo o una imagen en un espejo.

 

Según Ray, al tener una experiencia, "nos separamos" y la procesamos desde "nuestra mente discursiva", esto hace que se quede suspensa una cierta cantidad de asuntos inclusos --que pueden ser sensaciones, emociones e intuiciones que no reconocimos o que bloqueamos. Un ejemplo para entender esto es cuando uno es niño y tiene una experiencia muy fuerte que además no suele entender bien, esta experiencia no logra integrarse y se almacena en el cuerpo y en el inconsciente. Uno pensaría que simplemente ha olvidado la experiencia, pero desde su profundidad, esta experiencia sigue in-formando la forma en la que experimentamos el mundo y nos relacionamos con las demás personas en la actualidad.

 

Una forma de apagar el cuerpo y las incomodidades que sentimos es, de hecho, retirándonos a nuestro obsesivo proceso de pensamiento. Entre más nos desconectamos del cuerpo, más recaemos en el pensamiento. La intensidad de nuestro pensamiento compulsivo es directamente proporcional a la capacidad que hemos desarrollado para dejar de experimentar el cuerpo en forma plena y directa. Nos hemos, de hecho, disociado de él.

 

El karma surgiría en gran medida debido a esta disociación que nos hace creer que somos otra cosa que el cuerpo. Pero Ray va más allá e incluso habla de un cuerpo cósmico, el cuerpo de la totalidad que se reconoce en nuestro propio cuerpo. "El cuerpo cósmico es el cuerpo primordial de la tierra, del mundo natural y sus criaturas no-humanas, del cual somos, en un nivel más profundo y sutil, encarnaciones y expresiones". Así, al disociarnos de este cuerpo, se crean también divisiones como sujeto y objeto, interior y exterior, etc., y por lo tanto surgen también los deseos de poseer los objetos o de avidez o aversión a las sensaciones que nos producen.

 

Queda entonces al lector investigar en su propio cuerpo y averiguar si puede detectar los karmas que están ahí enterrados, los cuales pueden surgir a la superficie una vez que se hace silencio y se corta el pensamiento discursivo o, también, notar acaso el momento exacto en el cual un karma se crea. De esta forma estará haciendo como el Buda, quien se dio a la tarea de descubrir en su propia experiencia, en su propio cuerpo, las leyes de la naturaleza y los principios que las viejas religiones habían sostenido como actos de fe. 

 


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